Una persona se puede contagiar principalmente por vía respiratoria al exponerse en ambientes con roedores (lugares de riesgo), pero también puede ocurrir contagio al consumir alimentos o agua contaminados, al ser mordida, al tomar un ratón con las manos descubiertas y después tocarse nariz, ojos o boca. Además, existe evidencia de transmisión de persona a persona, aunque es de baja frecuencia.
Frente a los síntomas de la enfermedad, hay que acudir a un servicio de urgencia. Debe realizarse el diagnóstico rápidamente y ser tratado en forma precoz y enérgica, normalmente en Unidades de Tratamiento Intensivo (UTI).
No todas las personas contagiadas presentan síntomas, pero cuando ocurren, se distinguen varias etapas o fases:
• Incubación: de una a seis semanas, no hay síntomas.
• Fase inicial (período prodrómico): dura en promedio cuatro a cinco días, pero puede ser tan corto como un día. Los síntomas son inespecíficos, similares a un estado gripal, pero sin congestión nasal. Se puede presentar fiebre, escalofríos y dolor muscular. También pueden ocurrir cefalea, náuseas, vómitos, dolor abdominal, diarrea y decaimiento. Menos frecuente: respiración agitada, dolor articular, tos y sudoración.
• Fase cardiopulmonar: inicio de tos brusca e intensa, dificultad para respirar y disminución de la presión arterial. Los casos más graves llegan a una insuficiencia respiratoria severa y finalmente a la muerte.
• Se recomienda consultar rápidamente ante la presencia de síntomas gripales si ha estado en lugares de riesgo e informar al médico.