Después de los cuatro años, es fundamental que el niño visite a su pediatra, por lo menos, una vez al año para que le realicen un chequeo. Esa es la ocasión para pesquisar factores de riesgo que pueden predisponer a determinadas enfermedades.
En sus primeros meses de vida, los niños van a menudo a control con el pediatra para evaluar su desarrollo. Ahí los padres reciben consejos acerca de cuidados y se detectan algunos problemas que puedan surgir. A medida que los pequeños van creciendo, estos controles se hacen en intervalos de tiempo cada vez más largos, pero no por ello pierden importancia.
Es fundamental que después de los cuatro años el niño visite a su pediatra, al menos, una vez al año para un chequeo preventivo, “la idea es pesquisar factores de riesgo que pueden predisponer a determinadas enfermedades”, hace notar la pediatra de Clínica Las Condes doctora Marcela Castellanos. Ese chequeo anual es la instancia donde el pediatra no sólo puede controlar la salud física y emocional del pequeño, sino que entregar consejería a los padres sobre aspectos como la prevención de accidentes y la prescripción de vacunas. “Por ello, en esa ocasión uno hace diversas consultas en relación con antecedentes personales, familiares y hasta sobre el entorno donde vive el paciente o la existencia de mascotas que puedan producir alergias”, dice la doctora para ejemplificar sólo algunos de los puntos en que consiste esta completa evaluación anual. También esa visita al pediatra es una oportunidad para prevenir situaciones graves en la práctica de deportes o durante clases de educación física “Muchos colegios están pidiendo un chequeo justamente para evitar problemas”, hace notar la especialista.
Vida sana
Uno de los objetivos del chequeo es la detección de sobrepeso u obesidad. Algunas veces es necesario solicitar exámenes como hemograma y perfil lipídico, con el objetivo de descartar, entre otras cosas, hiperlipidemias, “que muchas veces son familiares, ya que el niño puede ser delgado, pero tener el colesterol alto sólo por asuntos genéticos”.
En el caso de niños con sobrepeso u obesidad, se solicitan además exámenes como insulinemia, para descartar síndrome metabólico. “Se intenta también pesquisar hipertensión arterial, considerando factores de riesgo. Algunos de ellos son: niños que al nacer fueron pequeños para su edad gestacional, prematuros, los que tienen antecedentes familiares con ese problema, sufren de trastornos endocrinológicos y los que reciben algunos tipos de medicamentos”.
Otro aspecto muy clave es educar a los padres sobre las conductas de vida saludables, en especial en lo referente a la alimentación. “Podemos aconsejar no sólo en cuanto a calidad, sino también en relación con la cantidad. Es decir, les hablamos de porciones ideales, ya que en muchas ocasiones los padres se preocupan de que los alimentos sean equilibrados, pero las cantidades son las excesivas”, aclara la doctora, quien también destaca que siempre es necesario insistir en el consumo de agua, frutas y verduras. “La idea es que se cumpla con todo el aporte nutritivo que queremos”, manifiesta.
Incentivar la actividad física, idealmente al aire libre cuando el tiempo lo permita, es algo que se debe reforzar.
Entre otros aspectos, el pediatra indaga sobre los patrones de sueño: “Se consulta si el niño duerme bien, si despierta muchas veces durante la noche, tiene pesadillas, terrores nocturnos, qué hace cuando despierta y a qué hora se duerme”. Averiguar todo ello es fundamental, “ya que si un niño tiene un buen patrón de sueño, lo más probable es que se desarrolle bien. Si lo tiene alterado, es indicativo de que algo está pasando y hay que investigar”, puntualiza la doctora Castellanos. También respecto del sueño, se suele consultar si el pequeño ronca, “ya que si lo hace, es probable que pase cansado durante el día, porque no tiene un descanso reparador. Debemos averiguar, además, si hace apneas, tiene hipertrofia de adenoides o de amígdalas”.
Después de los cuatro años, es importante el control oftalmológico para detectar posibles trastornos de refracción. “Es fundamental acudir a un oftalmólogo pediátrico, ya que el ojo está en crecimiento y puede presentar pequeños trastornos que con las debidas correcciones, se superan. De lo contrario, se corre el riesgo de que se produzca ambliopía”.
En los controles preventivos se puede pedir una evaluación del odontopediatra para asegurarse de que el pequeño paciente realice una correcta higiene dental. A los cinco años se aconseja hacerles una audiometría para asegurarse de que el sentido de la audición no tenga problemas.
Después del examen físico, se puede realizar una evaluación de desarrollo de comportamiento y aprendizaje. Esto puede ayudar a detectar otros problemas y tratarlos oportunamente.