Más allá de los molestos síntomas, diagnosticar y tratarlo a tiempo evita complicaciones que pueden, incluso, revestir mayor riesgo de desarrollar cáncer de esófago.
¿Sufres acidez habitualmente? ¿Después de las comidas sientes que algo te sube por el pecho hacia arriba, llegando incluso hasta la boca? Si es así, probablemente eres parte del 30% de la población que sufre reflujo gastroesofágico, una enfermedad donde la válvula situada entre el estómago y el esófago no se cierra en forma adecuada, lo que produce que el contenido del primero se devuelva. Así, la acidez y la regurgitación ácida (sensación de que los flujos digestivos se están devolviendo) son sus síntomas más habituales. Claro que también pueden asociarse otros signos menos comunes como dolor en el pecho sin motivo aparente, jadeos, dolor de garganta y tos, por nombrar algunos.
“El principal mecanismo en el reflujo gastroesofágico patológico es un déficit en el tono del esfínter esofágico inferior, debido fundamentalmente a alteraciones en los períodos de relajación transitoria de ese esfínter”, explica el doctor Fernando Fluxá, gastroenterólogo de Clínica Las Condes. Otros factores son la alteración en la motilidad (movilidad) esofágica, deficiente vaciamiento gástrico, hernia del hiato (afección en la cual parte del estómago pasa por encima del diafragma, el músculo que separa el tórax de la cavidad abdominal), tabaquismo, obesidad, embarazo, abuso de alcohol y/o consumo de alimentos con un alto contenido de grasa o muy condimentados. Algunos medicamentos también pueden jugar un rol en su desarrollo.
¿Por qué y cómo diagnosticarlo?
La constante irritación de los jugos gástricos y/o intestinales sobre la mucosa del esófago puede ocasionar una inflamación crónica, provocando con ello erosiones y úlceras, hemorragia, disminución del calibre esofágico debido a estrechez cicatrizal y cambios histológicos de la mucosa esofágica (que adquiere características de la mucosa intestinal). Esto último se denomina esófago de Barrett y es considerado un factor de riesgo de cáncer esofágico.
El especialista advierte además que a nivel extra-esofágico, el reflujo puede ocasionar una irritación constante de la garganta y cuerdas vocales, bronquitis crónica por microaspiración nocturna del contenido gástrico, espasmos laríngeos o traqueo-bronquiales y neumonía por aspiración. “El diagnóstico de reflujo gastroesofágico es clínico y los estudios como endoscopia, pH metría, entre otros, deben hacerse cuando se presenten síntomas que sugieran alguna complicación, no haya habido respuesta al tratamiento médico o se plantee una cirugía como estrategia terapéutica”, agrega el doctor Fluxá.
Tratamiento a la medida
Los síntomas de reflujo gastroesofágico suelen disminuir o desaparecer cuando se reducen o eliminan los excesos en la dieta o el estilo de vida. “En ese sentido, evitar el café, las bebidas cítricas, los productos a base de tomate, las gaseosas, el chocolate, la menta, las comidas grasosas y picantes, el cigarrillo, el exceso de alcohol y la obesidad puede ayudar a reducir las molestias. También comer al menos tres horas antes de acostarse y dormir con la cabecera de la cama elevada”, subraya Fluxá.
Si las molestias son más bien esporádicas, los antiácidos que se venden sin receta también pueden ser útiles. “Estos fármacos funcionan bien en los casos leves, con pocos efectos colaterales. De todas formas deben usarse en forma limitada porque enmascaran el problema, y en pacientes con reflujo más severo no tienen mucha utilidad”, explica el especialista.
Cuando los síntomas son más frecuentes es preferible disminuir la cantidad de ácido que se produce en el estómago con la ayuda de medicamentos inhibidores de la bomba de protones que son más efectivos porque actúan bloqueando el paso final de la producción de ácidos en el estómago. Por lo general estos son recetados por el médico tratante.
La solución
En relación a la solución quirúrgica, el doctor Fluxá explica que a la tradicional técnica que consistía en mejorar la anatomía dañada del esófago, sin corregir el reflujo, hoy se suma una técnica denominada ENDOSTIM, donde a través de un dispositivo que se instala por vía laparoscópica se busca disminuir el reflujo gastroesofágico abordando las causas fisiológicas de la enfermedad.
“Es como un marcapasos que manda impulsos nerviosos para una adecuada contracción y relajación del esófago. Es una solución orientada no sólo a quienes no les ha resultado el tratamiento médico, sino también a aquellos que no quieren seguir una alimentación tan estricta o no están dispuestos a tomarse los remedios de por vida. No hay que olvidar que el reflujo gastroesofágico es una enfermedad que se ve cada vez más en gente joven (20 a 30 años) y los fármacos tomados durante largos períodos de tiempo también pueden tener efectos colaterales a futuro”.
Síntomas de reflujo
- Sentir que el alimento se atora por detrás del esternón.
- Acidez gástrica o dolor ardiente en el pecho (bajo el esternón) que aumenta al agacharse, inclinar el cuerpo, acostarse o comer.
- Devolver el alimento (regurgitación).
- Tos o sibilancias.
- Dificultad para deglutir.
- Ronquera o cambios de voz.
- Dolor de garganta.
- Erosiones dentales.
Exámenes para su diagnóstico
Endoscopía: permite evaluar la presencia de complicaciones del reflujo, como esofagitis (erosiones y úlceras), estenosis (estrechamiento esofágico) o esófago de Barrett. Se utiliza un pequeño tubo con una luz en su extremo para examinar el esófago, estómago y duodeno (primera parte del intestino delgado), previa sedación. De ser necesario, en la misma endoscopia se puede tomar una muestra de tejido para hacer una biopsia.
pH-metría: se realiza con la ayuda de un pequeño sensor el cual permite confirmar el diagnóstico de reflujo, sobre todo en pacientes que no presentan alteraciones visibles en la endoscopia o que no han respondido al tratamiento médico.
Impedanciometría con pH-metría: se trata de una nueva técnica disponible en CLC que determina la presencia tanto de reflujo ácido como débilmente ácido o alcalino, vale decir cualquier elemento que ascienda al esófago. Especialmente indicada cuando existen dudas diagnósticas o en pacientes que están siendo evaluados para una eventual cirugía antirreflujo y también en pacientes que presentan síntomas extradigestivos como tos y disfonía.
El examen consiste en la introducción por vía nasal de una pequeña sonda, que debe quedar a una altura predeterminada dentro de su esófago por un período de 24 horas, la que va asociada a un sistema de registro. Durante esas 24 horas el paciente debe registrar las horas de comida, el período en que se encuentra en posición recostada y todos los síntomas que perciba que pudieran estar asociados a reflujo. Esta información le permitirá al médico elegir el mejor tratamiento para las molestias del paciente.
Manometría esofágica: mediante una sonda que pasa a través de la boca o nariz al estómago puede observarse la motilidad del esófago. Es un examen complementario en el diagnóstico de reflujo, pero su papel es fundamental al momento de plantear la cirugía como una estrategia terapéutica.