Es importante utilizar zapatos que protejan al pie de las diversas superficies y ambientes a los que se ve expuesto diariamente.
El calzado, tanto en niños como en adultos, tiene un rol principalmente de
protección. Desde sus inicios ha sido elaborado con el fin de abrigar y prevenir daño al pie al enfrentarse a superficies duras, rocosas, etc.
“Los padres deben privilegiar la comodidad de sus niños, por lo mismo, deben considerar que el calzado ideal tiene que ser blando, flexible y con suela antideslizante. La única zona que debe ser más rígida es el contrafuerte del zapato para estabilizar el tobillo durante la marcha y con ello prevenir lesiones”, explica la
doctora Daniela Aguirre, traumatóloga infantil de Clínica Las Condes.
¿Qué características debe tener?
La
Sociedad Americana de Pediatría, dentro de sus recomendaciones sugiere que el zapato sea:
- Liviano y flexible para acompañar el movimiento natural del pie con una base de sustentación estable.
- Fabricados de algún material respirable como, por ejemplo, cuero, tela-malla, entre otros.
- Elaborado con suela de goma para mejorar el roce contra el suelo y evitar que los niños resbalen.
- Para el calzado deportivo, preferir suelas que tengan incorporado algún sistema de amortiguación que favorezca una adecuada absorción de impacto.
Si el calzado se utiliza muy precozmente, antes de que los
niños den sus primeros pasos, puede
retardar el inicio de la marcha pues a veces el calzado les molesta y entorpece el gateo. No existen zapatos que estimulen el desarrollo del gateo, es algo que se da en forma natural durante el desarrollo psicomotor del lactante.
“Lo importante es que los pies estén protegidos del entorno cuando los niños gatean o dan sus primeros pasos. Para ello basta usar calcetines, pantimedias o calzado blando sin suela, sólo con un rol protector”, agrega la especialista.
Por otra parte, elegir un zapato que no sea del calce del niño, ya sea muy grande o muy chico para su talla, afecta la marcha de los niños y los hace más propensos a caídas.
Riesgos de un mal calzado
Cuando los niños ya caminan, elegir un calzado muy rígido puede provocar deformidad, debilidad muscular y restringir la movilidad natural que tienen las articulaciones del tobillo y pie. Esto los hace más propensos a caídas y esguinces.
Asimismo, las zonas de roce de un calzado más rígido pueden provocar heridas o callosidades que se hacen dolorosas, producto de lo cual los niños cambian su patrón de marcha y frecuentemente empiezan a cojear para evitar esas zonas de roce.