Producto de un accidente, Gonzalo Hidalgo tenía casi ocho centímetros de diferencia entre una pierna y la otra, por lo que llegó a consultar a Clínica Las Condes. Aunque por años le habían dicho que no había nada que hacer, una cirugía realizada por el equipo de reconstrucción ortopédica logró lo que hasta ese momento parecía un milagro.
En febrero de 2005 Gonzalo Hidalgo (36) sufrió un grave accidente en Villarrica que le produjo
múltiples fracturas en su cuerpo. El
fémur y el tobillo fueron los más afectados. “Gran parte del fémur prácticamente se pulverizó y además tuve una fuerte infección por lo que no me pudieron operar de inmediato. El resultado fue que la pierna afectada quedo 7,2 cm más corta que la otra”, recuerda Gonzalo.
Al inicio sólo se podía mover en
silla de ruedas y luego, por mucho tiempo, con bastones. “Me cambió la vida en un 100%. Yo era muy deportista y tuve que dejar todo. Tenía muchos dolores y también me empezó a afectar el estado de ánimo. Debía usar una
plantilla con 4 cm de realce, por lo que ni siquiera podía ponerme cualquier zapato. Era como andar con zuecos, algo de mucha incomodidad”, cuenta.
Durante años Gonzalo visitó distintos médicos en Concepción, ciudad donde vivía, pero todos le daban el mismo diagnóstico: la cirugía no era una opción y la única alternativa era que se acostumbrara a usar la plantilla de realce de por vida. Con eso en mente dejó de consultar, y ya estaba prácticamente resignado hasta que empezó a sentir muchísimo dolor en el tobillo, lo que lo llevó a ir nuevamente donde un especialista.
Una pequeña esperanza
“En ese tiempo yo ya vivía en Santiago y fui a ver un traumatólogo de pie y tobillo. Me dijo que me podía operar, pero que el beneficio sería marginal porque mi real problema era el fémur. Tenía que solucionar primero ese tema y luego ver el del tobillo. Ese mismo doctor, que era de otra clínica, me recomendó ir a ver a los especialistas en traumatología infantil de Clínica Las Condes.
En enero de 2013 pedí una hora con él, pero sin ninguna esperanza. Le llevé todos mis exámenes, me revisó la pierna y al terminar, yo no me la creía cuando
me dijo que sí me podía operar y que organizara mis tiempos y mi trabajo porque este iba a ser un proceso largo.
Incluso mi mamá lloraba de emoción, y es que tener más de 8 cm de diferencia entre una pierna y otra sólo lo entiende quien lo sufre. Además, después de que todos me habían dicho que la cirugía eran algo imposible, ahoralos doctores estaban dispuestos a correr el riesgo y se abría una esperanza.
Organicé todo y el 14 de junio de 2013 estaba entrando a pabellón. Mi
fémur era como una zeta, entonces no bastaba solo con cortar y poner un clavo intramedular. Había que alinear el fémur para dejarlo como un eje, meter un clavo para darle firmeza y a eso ponerle un tutor externo para ir estirando el hueso diariamente.
¿Sabías qué? Para lograr el alargamiento de un hueso se debe estirar ¼ de milímetro cada 6 horas.
La cirugía fue exitosa, pero al tiempo mi fémur puso tanta resistencia a estirarse que terminó doblando los tornillos que van al hueso, por lo que tuve que entrar de nuevo a pabellón. Después de eso fue necesaria una tercera operación porque no me estaba saliendo callo. En esa ocasión me sacaron
hueso de la cresta iliaca y se hizo un injerto para formar callo y poder seguir estirando el hueso. Afortunadamente todo salió bien.
Después de eso fueron nueve meses durísimos de
rehabilitación, pero de verdad me cambió la vida. El 24 de febrero de 2014 me sacaron el tutor y en junio de ese año, justo para poder viajar al mundial de fútbol, empecé a caminar sin bastones.
Fue una sensación increíble volver a pisar. Me sentía más alto, miraba todo desde otra perspectiva. Incluso cambiaron cosas tan pequeñas como que pude ir a comprar zapatos y elegir el que me gustara y no el que solo podía usar por la plantilla.
Pero lo que más valoro es la calidad humana y profesional de los especialistas. Él siempre tuvo toda la paciencia del mundo para explicarme todas mis inquietudes, darme respuestas muy claras y tranquilizarme. Además, siempre demostró una confianza enorme en lo que estaba haciendo, por lo que nunca tuve miedo de que algo no resultara bien. Me apoyó muchísimo y ahí te das cuenta de que es una persona que realmente trabaja por vocación”.
En el pabellón
Los especialistas en traumatología infantil de Clínica Las Condes,
explican que Gonzalo llegó con una mal unión o consolidación viciosa del fémur con un acortamiento de casi 8 cm. “Lo que le propusimos fue hacer una
osteotomía, que es cortar el hueso, y en el mismo acto aprovechar de corregir la deformidad que tenía en el fémur e
instalar un aparato para ir alargándolo progresivamente. Para ello se hizo todo un estudio de la radiografía, donde se calculó el punto exacto para lograr un solo corte que permitiera poner el clavo y enderezar el fémur en una sola cirugía.
Al mismo tiempo se dejó instalado un fijador externo que Gonzalo debía ir ajustando diariamente varias veces al día para alargar el hueso en la medida que se fuera regenerando. Esto, en paralelo a una terapia de rehabilitación y kinesiología para ir poco a poco recuperando musculatura y movilidad.
Si no se hubiera realiza la cirugía, Gonzalo estaba destinado a tener que usar un realce enorme sin ninguna posibilidad de practicar deporte y afectando a la larga la cadera y la rodilla. Ahora él puede hacer una vida normal”.
Cirugía reconstructiva
Clínica Las Condes cuenta con un equipo multidisciplinario de especialistas en cirugía ortopédica reconstructiva compuesto por cirujanos, traumatólogos, cirujanos plásticos, kinesiólogos y nutricionistas, cuyo principal objetivo es salva extremidades que de otra manera muchas veces terminarían amputadas.
Los pacientes son principalmente niños que han nacido con malformaciones, personas que han sufrido distintos tipos de accidentes o pacientes con diabetes que han tenido complicaciones como la artropatía de Charcot que se caracteriza por una destrucción de los huesos del pie y su posterior deformación.