Jugar paletas, subir cerros o nadar. En verano, el sol ayuda a salir de los espacios restringidos y a aventurarse en largas caminatas o, en el caso de los niños, jugar bajo el cielo despejado. Pero también hay riesgos en esas actividades y evitarlos es sencillo.
- Cúbrete: Usa ropa que proteja tu piel lo más posible y que no deje pasar la luz visible. Para determinar si la ropa es adecuada en términos de protección, pon una mano entre la tela y una fuente de luz. Si puedes ver la mano a través de la tela, la prenda ofrece poca protección contra la exposición al sol.
- Ponte un sombrero: Uno de ala ancha es ideal, ya que protege el cuello, las orejas, los ojos, la frente, la nariz y el cuero cabelludo. Una visera o jockey sirve para proteger la frente y la parte superior de la cabeza, pero no para la nuca ni las orejas, lugares en que comúnmente se presenta el cáncer en la piel.
- Limita la exposición directa al sol: La mayor intensidad de los rayos UV se registra cuando el sol está en lo más alto del cielo, entre las 10 AM y las 4 PM. Si no estás seguro acerca de la intensidad del sol, haz la prueba de la sombra: si la sombra que tú proyecta es más pequeña que tú, estás en el período de mayor intensidad de los rayos solares.
- Hidratación: La exposición solar directa hace que nuestra temperatura corporal se eleve más. En esos términos, la termorregulación corporal es fundamental para no sufrir “golpe de calor” o deshidratarse. ¿Cómo ayudarla? Cada vez que salgas, lleva una botella con agua o bebidas deportivas para poder reponer la pérdida de líquido y de electrolitos. La frecuencia o la cantidad de líquido que debe beber dependerá de la intensidad y duración del ejercicio: a mayor intensidad, más ingesta. En general, se aconseja beber dos a tres vasos de agua (500 ml/750 ml) cada hora durante el ejercicio.