Dentro de un grupo, existen miembros que son populares de manera natural y otros que compiten por el reconocimiento, en una lucha que puede resultar perjudicial para ellos mismos.
Para algunos niños y jóvenes, el reconocimiento social de los pares es importante. Tanto, que en la búsqueda por conseguir esa popularidad puede llegar a convertirse en una situación que puede afectar su estabilidad emocional si es que no lo logran o si son rechazados por el grupo.
Ricardo Musalem, psicólogo del Centro de Adolescentes y Jóvenes de Clínica Las Condes, explica que la popularidad tiene que ver con el estatus dentro de un grupo, es decir, “la posición relativa de un niño dentro de una jerarquía de importancia asignada por el grupo a cada miembro”.
Tiene que ver con el reconocimiento que hace el grupo a un integrante que aporta al cumplimiento de las metas grupales, “por ejemplo, se premia con popularidad al mejor para el fútbol, porque ayuda al curso a ganar campeonatos”.
Según Musalem, existe una popularidad que es auténtica y otra que es competitiva. Esta última se basa en el intento deliberado de un integrante por demostrar superioridad respecto de otros. “Son jóvenes que necesitan afirmar su identidad y que ven en los demás una amenaza para su autoestima, por lo que recurren a la competitividad exagerada, la descalificación de los otros e incluso el bullying para lograr una posición dominante dentro del grupo”, dice este especialista.
También hay niños que no son populares, pero son bien aceptados dentro del grupo, porque se adaptan bien y se relacionan de manera sana con los otros; y los niños rechazados, que tienen conductas que están fuera de la norma de lo esperado para la edad y que son poco atractivas para el grupo.
“Los niños no necesitan ser populares para sentirse bien socialmente, felices y motivados. Estos sentimientos dependen del grado y la calidad de satisfacción de ciertas necesidades sociales y emocionales, tales como el sentimiento de logro, de seguridad, de pertenencia y aceptación, y también que logren pasarlo bien. Cuando estas cosas se dan, el niño siente confianza y eso genera un sentimiento de natural comodidad en su grupo”, señala Musalem.
¿A qué situación tienen que estar atentos los padres?
Según el experto, hay que estar atentos a dos condiciones: los jóvenes que se podrían considerar como candidatos a populares, que
están en la lógica competitiva e intentan a toda costa pertenecer al grupo de los populares, pudiendo estar
dispuestos a sacrificar su propia libertad, autenticidad, respeto por sí mismo o valores, con tal de ser aceptados por el grupo de populares.
También hay que preocuparse de los
jóvenes que son rechazados por el grupo, jóvenes que
tienden a aislarse socialmente, que temen las relaciones cercanas y que buscan compensar esta situación con actividades en las que no necesite de otros, como juegos de video, lectura, etcétera.
Cuando un niño o joven es rechazado,
el resto de sus compañeros nota esa infelicidad. En algunos casos, este rechazo representa
una situación de bullying, porque ese menor es objeto de hostigamiento como expresión de la dinámica competitiva del grupo, que busca colocar a algunos miembros en el lugar de los derrotados y despreciados. “Este proceso social debe ser abordado por los adultos responsables, porque da cuenta de aspectos enfermos del grupo”, insiste Musalem.
“El rechazo social debe ser también abordado con el curso al que pertenece el joven, de manera de desactivar procesos interaccionales que dañan la autoestima de los jóvenes rechazados y que les impiden tener una oportunidad de integrarse y aportar a la dinámica grupal”, señala.
¿Cómo los padres pueden ayudar al hijo que no es popular?
“Cuando un niño está inquieto por la valoración o reconocimiento que recibe del grupo hay que dialogar con el menor para que profundice en la comprensión de sus sentimientos, sus expectativas y sus verdaderas necesidades, de manera de ayudarlo a liberarse de esquemas de éxito social que están dados desde la lógica de la popularidad competitiva. Las necesidades de pertenencia pueden satisfacerse de manera muy apropiada, sin necesitad de competir por el estatus”, indica Musalem.
En algunos casos,
el no ser popular puede ser sinónimo de timidez. “Hay niños introvertidos a los que no les gusta ocupar una posición de visibilidad social o destacar socialmente, eso no los hace populares, pero no constituye un problema,
lo importante es que sean bien aceptados. Sin embargo, puede haber niños tímidos que ganen popularidad en el grupo si es que tienen atributos que sus pares valoren o ayuden al grupo a cumplir algunas de sus metas”, enfatiza el psicólogo de Clínica Las Condes.
Respecto de los padres, Musalem señala que no deben
“estar capturados” por la lógica del estatus, porque
la popularidad cambia con el tiempo, por ejemplo: quien hoy puede ser popular por las buenas notas, en la enseñanza media puede dejar de serlo por la misma razón.