¿Un poroto en el cuello?
Si palpas algo extraño en el cuello de tu hijo, no te asustes. Lo más probable es que se trate de un ganglio inflamado.
“Cuando Luis tenía alrededor de 2 años, me fijé que tenía un poroto en el cuello. Se lo toqué y me di cuenta que era bastante grande y se podía mover. Si bien pensé que podía ser sólo un ganglio inflamado, de todas maneras me asusté y lo llevé al pediatra. Después de examinarlo en forma detenida, incluyendo todo el cuerpo, me dijeron que era normal, que estaba bien y que no me preocupara. Lo curioso es que luego supe que a muchas de mis amigas les había pasado lo mismo y que todas habíamos temido lo peor”, señala María Tersa, mamá de Luis.
Por lo general, los padres se dan cuenta de los “ganglios” en el cuello de sus hijos porque notan un poroto o nódulo, a veces asociado a dolor, y muchas veces cuando están resfriados. Y es que en estas ocasiones en el ganglio se produce una inflamación en respuesta a los gérmenes que atacan el cuerpo.
“Los ganglios linfáticos son estructuras redondeadas, blandas, habitualmente menores a un centímetro. Estos están distribuidos en gran número por todo el cuerpo, forman parte del sistema inmune del ser humano y, como tales, tienen el rol de defendernos frente a las infecciones. Cuando aumentan de tamaño, reciben el nombre de adenopatías y, de acuerdo a su localización, se denominan adenopatías cervicales, axilares o inguinales”, explican nuestros especialistas de Clínica Las Condes.
Diagnósticos frecuentes
En los niños pequeños, por estar en contacto con nuevos gérmenes, es habitual palpar adenopatías que reflejan el trabajo del sistema inmune en el aprendizaje de reconocer y destruir microorganismos con los que se ha entrado en contacto.
Lo más probable es que el ganglio inflamado en cuestión esté acompañado a una infección vecina. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando notamos un ganglio inflamado en el cuello y el niño tiene una faringitis o algún problema dental; en esas ocasiones la inflamación durará un par de semanas y desaparecerá espontáneamente.
Otras veces ocurre que el ganglio inflamado es secundario a una infección de difícil diagnóstico, y en estos casos requiera una evaluación por su pediatra y, eventualmente, tratamiento antibiótico.
También puede suceder que la infección persista y que forme un absceso del ganglio que requerirá ser drenado por un cirujano infantil para que el niño vuelva a sentirse bien y el ganglio retorne a su tamaño normal.
“Rara vez la persistencia del ganglio inflamado en el tiempo o de los síntomas que lo acompañaran serán motivo de un mayor estudio por parte del pediatra. Si así sucede, en esos casos se requerirá la opinión de un hematooncólogo infantil. Y si bien la mayoría de las veces la causa sigue siendo benigna, en algunas ocasiones se requerirá una biopsia del ganglio para detectar de forma oportuna la presencia de un tumor maligno y brindar un tratamiento adecuado”, concluye la especialista.
Se debe consultar si:
- El ganglio presenta cambios de coloración y temperatura en la piel que lo cubre (rojo/caliente).
- Si se acompaña de fiebre, dolor y decaimiento.
- El menor tiene dificultad para tragar o respirar.
- El tamaño del ganglio va en aumento y/o se empiezan a notar “otros ganglios”.
- Si está asociado a baja de peso.
- Si está asociado a prurito (picazón).
- Si hay sudoración nocturna.
- Si el ganglio es mayor a 1 cm. y persiste más de 2 semanas.
- Si el ganglio no se mueve y se palpa duro.
- Si es irregular.