Es más común de lo que se cree. Uno de cada 500 niños nace con Pectus excavatum, una deformación en la pared del tórax que se caracteriza por un hundimiento progresivo del esternón, habitualmente tenue al nacer y que se va acentuando con los años. Pero lo vemos poco porque los niños sencillamente lo esconden; prácticamente no se sacan la polera en público.
Como explica el cirujano infantil de Clínica Las Condes, doctor Patricio Varela, esta malformación genética se debe a un crecimiento anormal de los cartílagos costales, los cuales crecen de manera acelerada y empujan el esternón hacia dentro, en el caso del Pectum excavatum y hacia fuera, en el carinatum. “Esta anomalía generalmente se hace más evidente en las edades de mayor crecimiento, es decir, en plena preadolescencia. Por eso hay veces que recién después de un largo veraneo los padres se dan cuenta de la presencia del defecto”, agrega.
Los problemas
El pecho hundido o excavatum es la malformación torácica más frecuente, en una relación de 4 a 1 en comparación a la carinatum o pecho en forma de quilla. Además, es mucho más habitual en hombres que en mujeres, con una incidencia también de 4 a 1 y trae consigo una serie de problemas para los jóvenes.
En primer lugar, en un porcentaje considerable, produce una deformidad estética severa, que repercute en la calidad de vida, autoestima y desarrollo de la personalidad. “Por lo general se trata de niños tímidos, inhibidos y retraídos que se abstienen de participar en actividades donde el tórax esté expuesto”, explica. Pero eso no es todo. La presencia de Pectus excavatum puede asociarse a repercusiones funcionales.
De hecho, la mayoría de los pacientes tienen comprimido el ventrículo derecho del corazón y, cuando es muy severo, pueden presentarse alternaciones pulmonares, que si bien no necesariamente afectan la vida cotidiana, sí pueden hacerse más evidentes en actividades deportivas de exigencia o competitivas. Ahora, cuando la deformidad es hacia fuera, la consecuencia es más bien estética porque no compromete ningún órgano.
La solución está en CLC
Actualmente la tecnología permite solucionar estas malformaciones de manera muy efectiva y a través de una intervención mínimamente invasiva. “Hoy, la técnica permite solucionar el problema de forma simple, rápida, y, lo mejor, precozmente, ya que no es necesario esperar que el niño se desarrolle completamente para intervenir, ya que la estructura no se toca. No hay que cortar el esternón”.
En el caso del Pectus excavatum, la cirugía consiste en un implante metálico temporal (se saca después de un tiempo) que se instala bajo el tórax y que lo levanta hasta una posición normal. En el carinatum, la alternativa más moderna, y que en CLC se aplica hace un año con 9 casos exitosamente intervenidos, es el uso de un compresor dinámico. Una especie de corsé, que comprime la deformidad desde fuera y que debe utilizarse alrededor de 8 horas diarias, por un tiempo prolongado –entre 12 y 18 meses– y con lo cual el problema finalmente termina corrigiéndose sin necesidad de cirugía.
De fácil diagnóstico, lo más importante es consultar precozmente. “En el caso del excavatum, lo ideal es corregir el problema antes de los 15 años. En el carinatum, si se consulta muy tardíamente, el tórax puede estar muy rígido impidiendo el uso del compresor”.
Otras deformidades torácicas
El Pectus excavatum y carinatum suman 80% de las malformaciones en el tórax, pero existe otro 20% de deformidades, que aunque son menos frecuentes, hay que tenerlas en cuenta. Entre ellas están:
- Agenesia (o desarrollo incompleto, imperfecto o no presencia) de costillas.
- Agenesias musculares.
- Síndrome de Poland (que produce agenesia de la mama).
- Tórax pequeño.
Cuándo consultar
Generalmente los padres son los primeros en detectar una anormalidad en el tórax. También hay que pedir la opinión de un especialista si:
- El paciente refiere dolor torácico.
- Se queja de ahogo, cansancio o falta de aire