Por estar en etapa de desarrollo y crecimiento su dieta no debe carecer de ningún nutriente.
El país vive una epidemia de
obesidad que ha alcanzado a los niños, entre los que
el 23% de los menores de primer nivel básico de educación padecen obesidad, y un 8,1% de ellos obesidad severa. No obstante, si bien en el tratamiento es muy importante la alimentación, ésta debe ser ordenada y completa y no debe restringir ningún
grupo alimentario.
“Los niños (en etapa infanto-juvenil)
no deben ponerse a dieta, porque están en una etapa de crecimiento y desarrollo, por lo cual deben recibir todos los nutrientes que requieren para un normal funcionamiento de su cuerpo”, dice la doctora
Eliana Muñoz, pediatra y nutrióloga de Clínica Las Condes.
Cuando hay sobrepeso u obesidad, por lo tanto, es necesario
hacer ajustes nutricionales, evitando los excesos de golosinas o alimentos ricos en azúcares y grasas, pero manteniendo una adecuada alimentación diaria para cada niño.
Los niños que están en edad preescolar y escolar requieren consumir lácteos dos a tres veces al día, además del adecuado consumo de frutas,
verduras, carnes, legumbres, que aportan una alimentación completa. “Por lo tanto, necesiten almuerzo, cena, desayuno y once. Lo que uno muchas veces ve, es que las colaciones de media mañana, que están instauradas en los colegios, son habitualmente golosinas en toda su gama. Ahí uno podría intervenir y también en los picoteos a deshoras, que son muy frecuentes, o con la institucionalizada once-comida, que no es sano ni adecuado para los niños”, indica.
El tratamiento de la obesidad en niños no es igual que en los adultos, tanto en las modificaciones de la alimentación, como en las opciones de tratamiento que existen”, dice.
Cuando los problemas de obesidad afectan a los niños, no sirve seguir las mismas indicaciones que en la adultez. Los niños no pueden ponerse a
dieta, ya que están en período de crecimiento y desarrollo, por lo que el tratamiento debe involucrar cambios conductuales donde es fundamental:
La doctora Eliana Muñoz explica que cuando se detecta un problema en la dinámica de alimentación de los niños, los adultos son los principales ejemplos y hay que comenzar tratando modificar las dinámicas habituales por el bienestar de los niños. “En ese sentido lo más importante es tener conciencia y voluntad de
ordenar los horarios de comida y mantener el desayuno, una colación pequeña para el colegio, almuerzo, once a media tarde y cena”, sostiene.
Es clave un
adecuado consumo de frutas y
verduras, las que se pueden agregar al almuerzo y cena en ensaladas o dentro de las comidas, y también en el postre. “Eso cuesta bastante incorporarlo en las familias, porque están acostumbrados a comer cosas más calóricas, más ricas en azúcar, cuando con este solo hecho ya nos aseguramos un buen consumo de verduras y frutas en el día”, dice. Por otro lado, en la dieta infanto-juvenil tampoco deben faltar los lácteos.
Una parte fundamental es comer en familia. “Si los papás llegan tarde en la noche y toman té con pan o algún acompañamiento y no cenan, claramente tenemos que tratar de modificarlo para que los niños vean el ejemplo de los padres. Si no es posible modificar la conducta de los adultos hay que tratarlo en los niños, porque ellos sí están en período de crecimiento y desarrollo”, enfatiza la doctora.