El diagnóstico es principalmente clínico, es decir, a través de la historia aportada por los pacientes o por los testigos de las crisis.
Dado que las epilepsias tienen distintos orígenes, para poder hacer un adecuado enfrentamiento diagnóstico, se toman en cuenta todos los antecedentes que el paciente o su familia puedan aportar (por ejemplo: antecedentes prenatales, de enfermedades previas, antecedentes familiares y otros).
Por otra parte, las características de las crisis (semiología) antes, durante y después del evento, resultan fundamentales para determinar el tipo de crisis epiléptica.
Actualmente, incluso videos registrados con celulares, pueden ser un aporte en el diagnóstico.
Exámenes
Existen herramientas complementarias como el Electroencefalograma (EEG), que se utiliza para la detección de actividad eléctrica, y que puede, en algunos casos, ser parte fundamental del diagnóstico. Es importante destacar que un EEG normal no descarta el diagnóstico de epilepsia.
La sensibilidad del examen aumenta con la privación de sueño, registros prolongados, fotoestimulación, hiperventilación y la repetición de los registros de EEG en el tiempo.
Dentro del estudio de imágenes, la resonancia magnética de cerebro (RM) es el examen de elección, especialmente en epilepsias focales que suelen asociarse a lesiones estructurales cerebrales. En casos de epilepsias primariamente generalizadas, la RM de cerebro suele ser normal.
Por otro lado, también existe la tomografía axial computada de cerebro (TAC), sin embargo no es la imagen de elección, ya que no muestra las lesiones más frecuentemente asociadas a epilepsia (esclerosis del hipocampo, displasias corticales, pequeños tumores benignos, cavernomas, etc.)