¿Hasta qué punto pueden llegar las borracheras y cuáles son sus consecuencias para la salud de nuestros hijos o hermanos adolescentes?
Tomar hasta morir. Tomar sin parar. Juntarse a tomar. Tomar más. Más de lo que puedes. Bailar, bailar. Después, no saber a dónde fuiste. No recordar qué dijiste, ni con quién estuviste. Sólo unos flashes de memoria. Rearmar la noche anterior. Hablar con amigos, juntar las piezas. Siesta para sacarse la caña. Siesta para estar listo para la nueva noche que está por comenzar…
Si tus fines de semana o los de tus amigos se asemejan en algo a lo descrito anteriormente, ten cuidado. Es una conducta que en Estados Unidos se ha denominado binge drinking y que en nuestro país se conoce más como borracheras de fin de semana o atracones de wikén, y se refieren a la conducta de beber cantidades excesivas de alcohol durante un período de tiempo breve.
Según la Encuesta Nacional de Salud (2011), las mujeres entre 15 y 24 años toman más alcohol que los hombres de su misma edad. Su consumo promedio por noche se puede traducir en seis “schops” de cerveza, en más de seis combinados o en siete copas de vino.
Así, ya no es raro que en los servicios de urgencia los fines de semana la cantidad de jóvenes (hombres y mujeres) que llegan a atenderse por intoxicación alcohólica vaya en aumento. El peligro inmediato: sufrir depresión respiratoria, una de las mayores causas de muertes por intoxicación alcohólica.
En definitiva, el tomar sin control viernes y sábado (algunos parten el jueves) se ha convertido en una tendencia que siguen jóvenes cada vez a menor edad. Una moda sumamente peligrosa, que incluso puede llegar a ser fatal. Como explica el psiquiatra del Centro de Adolescentes, doctor Alejandro Maturana, “es un comportamiento cada vez más frecuente en adolescentes y en edades cada vez más precoces, donde el perfil del consumo no necesariamente es continuo, al contrario, es más bien de alta intensidad, de fin de semana y se asocia a tiempo libre y ocio. Por otra parte, casi siempre se refiere a un policonsumo que incluye además de alcohol, tabaco y/o marihuana”.
¿Por qué bebes?
Un punto muy importante para entender este comportamiento, que tiene relación con lo experimentadores, intensos y trasgresores que son la mayoría de los adolescentes: en asociación a una enorme percepción de autocontrol. “Es una edad en la que se perciben omnipotentes, invulnerables, el “yo controlo” es un discurso constante pero, lamentablemente, con una muy baja o nula percepción de riesgo. Además, creen que beber descontroladamente o en alta intensidad acotado al fin de semana, no provoca dependencia ni daño inmediato”, sentencia.
Pero, en definitiva, ¿sabes por qué bebes? Durante la adolescencia, es muy común que los jóvenes experimenten con el alcohol, motivados por la curiosidad, las ganas de estar bien, relajarse, para no sentirse diferentes y para parecer mayores. “Dentro de un carrete, el alcohol es uno de los mediadores. Y muchas veces es un apoyo secundario, sobre todo en adolescentes más vulnerables, para controlar síntomas de ansiedad y depresión, o una cortina de humo para cubrir dificultades familiares. También el consumo se asocia a apaciguar dolores propios como duelos, penas de amor o separaciones, dolores que son parte del desarrollo y de la existencia de todo ser humano”.
Los daños
Pero una cosa es beber y otra, beber descontroladamente en un periodo corto de tiempo. Esto deteriora considerablemente la capacidad de emitir juicios acertados sobre las cosas y produce más probabilidades de incurrir en peligros. “Quienes han tomado demasiado asumen riesgos que normalmente no tomarían si estuvieran sobrios, por ejemplo, conducción de vehículos en estado de ebriedad, involucrarse en violencia o peleas callejeras, acceder a relaciones sexuales sin protección, exponiéndose a contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS) o embarazos no deseados”, agrega el especialista.
Por otra parte, también debes tener claro que las borracheras producen daños físicos agudos inmediatos que pueden ser fatales, como una depresión respiratoria o un coma etílico –una sobredosis de alcohol lleva a un sueño similar a un coma y puede traer secuelas cerebrales–, además de daños a largo plazo como pancreatitis, gastritis, insuficiencia cardíaca, cirrosis y trastornos mentales como pérdida de la memoria, deterioro del aprendizaje, inflamación de los nervios, e incluso el llamado síndrome de Korsakoff.
Además se produce un cambio neurobiológico que provoca una alteración de la plasticidad cerebral lo que se traduce en que el cerebro se pone más tolerante, es decir, en el próximo carrete se debe beber más para llegar al mismo efecto que antes y más sensible a la misma droga o funcionando como una puerta de entrada a drogas más duras. “La adolescencia crea una ventana de vulnerabilidad biológica, social y psicológica que es propia del desarrollo, pero que hoy se amplifica con el consumo de alcohol y de otras drogas que generalmente van asociadas”.
¿Cuándo es problemático?
Se está frente a un problema con el alcohol si se baja el rendimiento deportivo, académico o laboral y si se experimentan conductas de alto riesgo como las antes descritas. Si es la única o la mejor posibilidad de desinhibirte socialmente o de relacionarte con tus pares o tu pareja, o si el alcohol se ha convertido en la única manera de pasarlo bien en la vida, ha llegado el momento de preocuparte. Lo mismo pasa si al consumir alcohol te encuentras más agresivo con tu familia o te alejas de tus amigos, de tus actividades placenteras habituales o comienzas un consumo solitario. “Otros síntomas de alerta son no ser capaz de parar de tomar, cuando se reitera la conducta en forma compulsiva y cuando, si dejas de tomar, aparecen síntomas de abstinencia: deseo imperioso de tomar, ansiedad, irritabilidad y angustia física y psicológica, entre otros. Debes pedir ayuda”, asegura el especialista.
En lo práctico, también es importante recurrir a los padres si un día has tomado más de la cuenta o te ves en situaciones de peligro o vulnerabilidad. Tratar de que no sepan en lo que estás o lo que te está pasando es la opción más riesgosa en ese momento y, por lo tanto, la más ligada a accidentes, a victimización, violencia y muerte. Piénsalo.
Los padres
Los padres no sólo deben estar preocupados de sus hijos sino que ocupados en sus hijos. Y esto significa hablar, supervisar, estar presentes, llevarlos, traerlos, saber dónde están. Esta es la única variable que funciona por sí sola frente a la protección de los hijos en relación a ciertas conductas de riesgo como el consumo de alcohol y de drogas. Los padres tienen la misión de que sus hijos puedan ser capaces de aprender a diferenciar lo bueno de lo malo y que puedan decir, hasta acá llego.
Efectos inmediatos de la ingesta de alcohol
- Desinhibición y excitación.
- Alteración de la frecuencia cardiaca.
- Dilatación de los vasos sanguíneos.
- Irritación en el sistema gastrointestinal.
- Estimulación de la secreción de jugos gástricos y producción de orina.
- Los centros nerviosos superiores del cerebro se deprimen, afectando primero el habla, el pensamiento, el entendimiento y el juicio.
- Merma el equilibrio, la coordinación motora fina, la visión y el audio.
- Al llegar a la intoxicación alcohólica puede provocarse un estado de coma y alcanzar la muerte por depresión respiratoria.