Hasta hace algunos años se pensaba que el déficit atencional sólo afectaba a los niños, sin embargo, ¿qué pasa cuando los adultos también presentan este trastorno?
Si te cuesta concentrarte en una actividad, si mantienes una especie de “inquietud interna”, si sientes una fuerte desorganización en tu vida, si tienes dificultad para establecer prioridades, falta de habilidad para manejar el tiempo, problemas para completar los trabajos en las fechas adecuadas, y si constantemente comete errores por descuido, atención: probablemente sufres de déficit atencional. O quizás siempre lo has sufrido, pero nunca fue diagnosticado. Y menos, tratado.
“La característica esencial de este síndrome es un patrón persistente de desatención y/o hiperactividad-impulsividad. Esto es una condición que se manifiesta a lo largo de la vida, afectando a niños, adolescentes y adultos de todas las edades. Además, existe un fuerte componente genético en la predisposición a desarrollarlo. En definitiva, el déficit atencional es un trastorno que se tiene desde niño y que puede pasar inadvertido por muchos años”, señala el neurólogo de Clínica Las Condes, doctor Patricio Ruedi
Cómo se manifiesta
El déficit atencional tiene relación en cómo funciona el cerebro y en cómo las personas se van adaptando a las diferentes demandas cognitivas que se les van presentando. Muchas personas con déficit atencional se acomodan bien a su realidad debido a sus capacidades. Pero, un buen rendimiento en el trabajo les demanda un aporte importante de energía. Así,
las personas con déficit atencional que logran adaptarse a diferentes escenarios van teniendo un desgaste diario que los puede llevar a colapsar.
De esta manera, no es raro ver
profesionales exitosos de entre 30 y 40 años que se sienten muy cansados, que tienen problemas para dormir, que son dispersos y que, definitivamente, no rinden como lo hacían antes. Además, les cuesta mantenerse concentrados, tienen fallas en su memoria y se distraen fácilmente. “Cuando esto sucede, comienza el problema: sienten que el resto rinde más que ellos, que los otros son mejores y más capaces y vienen las dificultades con la autoestima”, comenta el especialista y agrega:
“Lo más probable es que ellos hayan vivido toda su vida sin un diagnóstico de déficit atencional y, por lo tanto, nunca hayan sido tratados”.
¿Cómo lo hicieron para no darse cuenta antes?
Lo que sucede es que las personas con déficit atencional funcionan a través de la motivación: van a estar bien si están contentos, si les produce placer lo que hacen. Sin embargo, si el trabajo se les hace rutinario, disminuye su interés, bajan su rendimiento y comienzan con un estrés crónico:
dolor de cabeza, insomnio, dolores abdominales, sensación de insatisfacción, cansancio y mal humor.
Dentro de este grupo, también debieran estar atentos los
impulsivos o hiperactivos, ya que ambas son condiciones asociadas al déficit atencional. Por ejemplo, las personas que siempre andan apuradas, que no toleran los tacos ni las colas, o no saben esperar; los que se desesperan con la gente lenta para caminar o son impulsivos en la toma de decisiones.
“Al ser hiperactivos piensan mucho, son muy creativos. El problema es que tienen muchas ideas pero la mayoría del tiempo quedan en nada, ya que concretan poco”, comenta.
Aspectos positivos
Lo bueno es que no todo es negativo. Las personas con estas características tienen capacidades sobresalientes. Por ejemplo, tienen una enorme facultad para percibir todo tipo de información; tienen todas las antenas puestas. Son personas muy sensibles, muy intuitivas y muy buenos líderes.
Por lo general, son exitosos si están haciendo cosas o trabajos que los estimulan.
Por otra parte, tienen una gran capacidad para conceptualizar; esto significa que con poca información pueden manejar muy bien un tema. Son buenos vendedores, psicólogos, doctores, publicistas y arquitectos ya que entienden la necesidad del otro. Así son capaces de plasmar las ideas de los demás y tienen mucha empatía y percepción del resto.
Cuándo sospechar
Hay ciertas claves que pueden hacer pensar que un adulto puede tener déficit atencional. Por ejemplo, aquellos que durante su etapa de colegio siempre tuvieron un promedio medio, medio-bajo y, sin embargo, obtuvieron excelentes puntajes en la PSU y se convirtieron en universitarios exitosos.
También entran los casos contrarios: alumnos de grandes promedios en el colegio que una vez que llegan a la universidad, comienzan a repetir ramos y a cambiarse una y otra vez de carrera, y luego de trabajo.
“El punto es estar atento a las disociaciones entre los logros de una persona y sus capacidades”.
Diagnóstico
Es clínico. El especialista debe investigar cuáles son los síntomas actuales del paciente y cómo ha sido su historia. Además, se deben realizar pruebas neuropsicológicas para detallar el perfil de funcionamiento cognitivo del paciente.
“La idea es tener un diagnóstico categórico y definitivo ya que una persona que padece déficit atencional lo va a tener ahora y siempre”.
Para el especialista es importante destacar que hay que ser cautos pues hay patologías que pueden confundirse con déficit atencional. Entre estas se destacan la depresión, la ansiedad, las obsesiones compulsivas y la demencia. Y esta es la razón de por qué es tan relevante que un neurólogo haga un diagnóstico diferencial de la condición.
Tratamiento
El déficit atencional siempre se debe tratar; si no se hace, cada vez se hará más evidente, y por lo tanto, acarrea más problemas a la vida diaria. Lo más importante es que tanto el paciente como su familia entiendan qué es lo que está pasando y sepan de qué se trata el déficit atencional. Que sean capaces de comprender al paciente cuando, por ejemplo, no llega con todo lo que se le pidió del supermercado.
“La primera etapa del tratamiento es reconocer los síntomas y entender por qué ocurren. De esa manera, los pacientes y sus familias podrán hacer cambios en las rutinas diarias para funcionar mejor. También es importante disminuir la carga de trabajo y el no realizar demasiadas cosas sin priorizar ni asumir que el tiempo es limitado. Organizar, planificar y evitar el exceso de estímulos ayuda a mantenerse concentrado y a terminar las cosas que se empiezan. Además, es fundamental evitar las rutinas largas que aburran y hacer del estudio y/o el trabajo algo motivante y desafiante en el día a día”, señala.
El tratamiento farmacológico sólo se debe indicar en casos necesarios y se hace considerando el rendimiento y la calidad de vida que tenga el paciente al momento de consultar.
“Es clave que los medicamentos sean recetados por un especialista ya que muchos pueden ser contraproducentes con patologías preexistentes en los pacientes. Por otra parte, jamás se debe tomar lo que le aconseja un amigo o lo que se le indicó al hijo por la misma condición. Los tratamientos son individuales y específicos”.
En todo caso, se hace necesario aclarar que lo que buscan los tratamientos
–más allá de mejorar el rendimiento de una persona– es que el paciente tenga una mejor calidad de vida, que le cueste menos tener tiempo libre, que establezca buenas relaciones y que pueda disfrutar más de los momentos.
Por último, señalar que los tratamientos son indefinidos ya que dependen de la exigencia cognitiva de cada persona. Y a pesar de que no existe nada que “cure” el déficit atencional, si este es debidamente diagnosticado y tratado,
se convierte en una condición totalmente manejable.
Síntomas
- Dificultad para mantener la atención enfocada en una tarea.
- Inquietud física e hiperactividad.
- Impulsividad: decir cosas sin pensar, no medir las consecuencias de los propios actos.
- Procrastinación crónica: siempre dejar las cosas para después.
- Dificultad para iniciar las tareas.
- Dificultad para completar las tareas.
- Perder cosas con frecuencia.
- Escasas habilidades de planificación y organización.
- Mal manejo del tiempo.
- Olvidos frecuentes.
*No todos quienes tienen déficit atencional manifiestan los mismos síntomas, pudiendo presentar distintas combinaciones de ellos.