Aceptar la muerte y elaborar los afectos y el vínculo que se establecieron con la persona perdida, son los desafíos más importantes de este proceso en el que la red de apoyo, familiares o amigos, es fundamental para aceptar la pérdida.
Perder a un ser querido es una situación dolorosa y única que cada persona vive en forma individual y particular desde su experiencia y relación con la persona que partió. Por lo mismo, no existen recetas que enseñen a vivir un duelo, ni indicaciones que permitan pasar la pena y la angustia que provoca una situación como ésta.
Paula Zalaquett, psicóloga y psicoanalista, explica que el duelo es tanto la experiencia dolorosa de pérdida como el trabajo psíquico de elaboración cuando se admite la realidad de esa pérdida. “Cuando alguien muere, tenemos el sentimiento de que el mundo se ha empobrecido y la vida puede parecer poco atractiva. Además, un duelo siempre evoca pérdidas anteriores, con su dolor y fantasmas”, señala.
¿Qué sentimientos experimentamos?
Los sentimientos que nos embargan cuando recién ha acontecido la muerte de alguien significativo pueden ser diversos:
tristeza en diferentes grados, insensibilidad, impotencia, indiferencia producto del estado de shock, rabia con la persona perdida o con uno mismo, angustia por el futuro, dolores corporales, soledad, dificultad para dormir o querer dormirse para evitar el dolor, apatía o confusión.
Por otro lado, cuando ha sido producto de una enfermedad larga, donde se ha sido testigo del dolor y deterioro físico, se siente
alivio, culpa y autorreproches asociados a las circunstancias de la muerte, dice Paula Zalaquett.
En todo este tiempo,
la red de apoyo, sean familiares o amigos, es fundamental en la aceptación de la pérdida. “El que puedan actuar como
soporte afectivo y facilitar que la persona pueda expresar sus sentimientos positivos o negativos, sin demasiados consejos, sino más bien escuchando o preguntando por ellos es muy necesario. Incluso, compartiendo experiencias de pérdidas si las han tenido, respetando que cada proceso es particular”, señala la psicóloga.
Es importante acompañar a las personas en el dolor y escucharlas, “
el silenciamiento sólo genera sentimientos de que lo vivido debe ser marginado y, por ende, vivido en soledad”, explica la especialista.
Procesos del duelo
Uno de los desafíos más importantes en un proceso de duelo, dice la psicóloga, es
aceptar el juicio de realidad de la muerte y elaborar los afectos y el vínculo que se establecieron con la persona perdida. “Cuando alguno de estos desafíos no se resuelven pueden dar lugar a duelos complicados o a un episodio depresivo melancólico”.
- Juicio de realidad acerca de la pérdida. Aunque la muerte se esté esperando, siempre hay una sensación de incredulidad. Admitir la pérdida es un proceso gradual que toma tiempo, tiempo en el que es posible que se sienta cerca la presencia de la persona que ya no está (escuchar su voz, sentir sus pasos, verlo entre la gente). Cuando ya se admite la pérdida como real, estos fenómenos disminuyen.
- Elaboración de los afectos y del vínculo con la persona perdida. Abandonarse al dolor en un duelo es normal. Durante el primer año, los síntomas depresivos son frecuentes y los sentimientos de angustia, tristeza, abandono, etc., van y vuelven. Sin embargo, si los síntomas depresivos persisten podrían ser indicadores de una depresión mayor.
Al inicio del duelo, puede ser natural que se tienda a idealizar a la persona perdida teniendo presente solo los recuerdos positivos. Con el tiempo deben aflorar los otros recuerdos hasta incorporar defectos y virtudes en la misma persona.
La culpa también puede ganar espacio, especialmente si el vínculo fue ambivalente. La idealización puede actuar como una defensa para evitar reconocer este aspecto menos amoroso de la relación. Recordar sólo los aspectos negativos del vínculo puede actuar como una defensa para minimizar el impacto de la pérdida.
Niños y adolescentes
La experiencia del duelo en niños y adolescentes puede ser diferente a la de los adultos. En ellos, las expresiones emocionales pueden ser más restringidas por lo que hay que estar atentos a la manifestación de otros síntomas o cambios en su conducta habitual como
dificultades sostenidas en el rendimiento, apatía, rabia intensa, dificultades en las relaciones con otros, la aparición de ansiedades de distinto tipo, por ejemplo.
“A los niños
no se les deben alimentar fantasías de retorno de la persona perdida y se los debe ayudar a expresar sus sentimientos y fantasías respecto de la muerte para ayudarlos a procesar su duelo”, recalca la psicóloga Paula Zalaquett.
También
es frecuente que el duelo en niños y adolescentes se reactive posteriormente a raíz de otras pérdidas o cambios y recién ahí pueda ser más accesible a su elaboración.