Para muchos es el momento de comer lo que se han privado en el año.
Las
vacaciones pueden volverse un periodo de relajo también en la
alimentación, sin embargo, hay que tomar
ciertas precauciones, no necesariamente relacionadas con el aumento de peso, sino con las molestias intestinales, que pueden terminar arruinado el descanso.
“Uno sale de vacaciones y trata de comer todas las cosas que no ha comido en el año, ir al restaurante, aprovechar de hacer muchas cosas que finalmente no está acostumbrado, y cambiarse de lugar cambia la biología del cuerpo”, sostiene el doctor
Roberto Merino, gastroenterólogo de Clínica Las Condes.
Los avances de la gastroenterología han llevado a saber que las bacterias dentro del intestino son algo importante y tienen que ver con nuestros hábitos de alimentación, nuestro lugar de residencia. “Probablemente por ese efecto, cuando uno cambia de lugar cambia un poco esa flora y finalmente puede cambiar para mejor o para peor. En definitiva, lo que uno tiene que tratar de priorizar es que los cambios no sean tan bruscos y tan dramáticos”, dice.
El caso extremo es la
diarrea del viajero, que se producen por adquirimos gérmenes específicos desde alimentos. Con el agua en países o balnearios donde las condiciones del agua no son las óptimas hay que tomar precaución y tomar agua embotellada.
No sólo esos cambios puede afectar al intestino en vacaciones, también los excesos. “Habitualmente comienzan a alarmar con estos
excesos de alcohol, de aliño, de cantidad de comida, uno se tienta a comer más de lo habitual que necesita y eso provoca una sobrecarga del sistema digestivo”, indica.
En este periodo, además, estamos en la época en donde si no se conservan las cadenas de frío pueden crecer bacterias mucho más fácil en los alimentos y se puede tener infecciones intestinales por efectos tóxicos de las bacterias o microorganismos que crecen dentro.