Hábitos saludables como la actividad física diaria y la alimentación sana son factores esenciales que deben inculcarse desde temprana edad.
El desarrollo integral durante la infancia determina la calidad de salud durante el resto de la vida de una persona. La niñez, en esos términos, es un período muy importante para adquirir hábitos sanos que perduren en el tiempo y, entre ellos, la
alimentación y la
actividad física son esenciales.
La primera, porque una
dieta sana y equilibrada proporciona los nutrientes imprescindibles para un crecimiento adecuado y son vitales para que el cuerpo funcione correctamente. La segunda, porque además de contribuir al crecimiento, ayuda a
fortalecer huesos, músculos y articulaciones,
un corazón más fuerte y mejor autoestima, entre otras muchas cosas. Esto se suma, además al
bienestar psicológico, el tercer pilar fundamental para que los niños estén bien y afronten la vida con un resultado de satisfacción.
La infancia, además, es la fase de la prevención, cuando los comportamientos positivos –el deporte, una alimentación equilibrada- son el resguardo para una adultez cuyos hábitos saludables adquiridos en la niñez sean factores protectores de enfermedades crónicas no transmisibles como, por ejemplo, el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
¿Qué tan significativa es la actividad física en los niños?
La
importancia de la actividad física en niños, sobre todo a tempranas edades, radica en lograr una base de desarrollo motor que permita cumplir cabalmente sus etapas y así tener herramientas para seguir progresando de forma normal en edades mayores.
Hoy vemos que muchos lactantes y niños no son expuestos a estímulos básicos como gatear libremente, caminar con apoyo, saltar, lanzar o escalar, y llegan luego a la etapa escolar con un pool de movimientos no aprendidos que entorpecerán su desarrollo motor, emocional, social y cognitivo, lo que provocará una autodiscriminación de los juegos físicos con sus amigos, porque se verán en desventaja.
Tanto los comportamientos positivos como los negativos son establecidos durante estos años de crecimiento y son llevados a la edad adulta, por lo tanto,
los niños que son físicamente inactivos aumentan la probabilidad de ser jóvenes y luego adultos sedentarios, que es el origen de todas las patologías no transmisibles del siglo XXI (diabetes, cáncer, patología cardiovascular y más).
Mucho se habla sobre los riesgos de la obesidad en la infancia y se han invertido millones de dólares en programas de prevención interviniendo el área social, educacional, cultural, el desarrollo urbano y las familias, sin embargo, muy pocos han tenido un efecto sostenido en el tiempo. En este sentido es importante aclarar un concepto:
el sedentarismo es un factor de riesgo independiente de la obesidad.
Por eso, nuestra batalla no debe centrarse sólo en el peso:
una persona obesa -pero activa- tiene menos riesgo de adquirir estas enfermedades crónicas antes descritas en comparación con alguien de peso normal pero sedentario. Es por eso que debemos movernos, independiente de la condición física que tengamos ahora, debemos mantenernos en movimiento para vivir mejor y por más tiempo.
¿Es lo mismo, en términos de beneficio, la actividad física, el deporte y el juego?
La actividad física se define como
cualquier movimiento corporal producido por el músculo esquelético y que resulta en un incremento del gasto energético y, para que sea clasificado como deporte, se le agregan determinadas reglas que deben ser cumplidas, y que puede tener fines de competición.
Independiente de cuál sea el objetivo de esa actividad física, lo importante para lograr beneficios de salud es lograr que sea mantenido en el tiempo y que sea a una intensidad que logre adaptaciones cardiovasculares y respiratorias.
Por eso las recomendaciones para la mantención de salud del niño son
al menos una hora de actividad física diaria de intensidad moderada-vigorosa, no se detalla si debe ser realizadas como deporte.
La gran mayoría de los escolares no están cumpliendo con las recomendaciones actuales de actividad física. Es más, casi un tercio de ellos están frente a una pantalla durante tres o más horas en un día. Debido a que la televisión y el uso de videojuegos son un factor estable durante toda la infancia y pueden ayudar a predecir el comportamiento más tarde en la adolescencia,
las estrategias que reduzcan la exposición a toda clase de pantalla (TV, PC, Smartphone, etc.) influirán directamente en los comportamientos sedentarios y por ende en la prevalencia de sedentarismo en la juventud.