El confinamiento puede hacer disminuir aún más los niveles de esta vitamina que es fundamental para la absorción de calcio en los huesos y la salud de nuestro cuerpo. ¿Qué pasa en adultos y niños?
La
vitamina D se considera la hormona evolutivamente más antigua del planeta y es esencial para nuestro organismo. Se produce por la
exposición a los rayos ultravioletas provenientes del sol, los que actúan sobre las células de la piel generando esta sustancia que circula por el torrente sanguíneo.
Nuestros ancestros prehistóricos nómades estaban muy bien provistos de vitamina D, ya que casi no usaban ropas y permanecían al aire libre, pero con el progreso y el desarrollo de la humanidad, el ser humano empezó a vivir y vestir de manera diferente, lo que implicó una disminución importante de exposición a los rayos solares y, por lo tanto, una baja sostenida de los niveles de vitamina D en el organismo.
“Esto, influenciado por el razonable
temor a los daños del sol sobre nuestra piel, y por el
confinamiento obligado debido a la
pandemia del Covid-19, ha generado que la escasa exposición solar que se venía observando en los últimos años sea menor, afectando aún más los niveles de vitamina D”, explica el
doctor Patricio Trincado, endocrinólogo de Clínica Las Condes.
Funciones de la vitamina D
Las
funciones de la vitamina D son primordiales para la calcificación normal de nuestros huesos. En los
niños, por ejemplo, cuando sus niveles son muy bajos, puede ocasionar un trastorno denominado
raquitismo, que en la actualidad incluso se ha descrito en población de áreas del hemisferio norte pertenecientes a países desarrollados. En el caso de los
adultos, la falta de vitamina D puede generar
osteopenia, osteoporosis y un mayor riesgo de fractura.
Otras células que requieren de esta sustancia son las del sistema inmune. “Si bien aún está en estudio y se necesita mayor investigación para descubrir la importancia real de la vitamina D en la infección por Covid-19, sí se ha detectado que personas con niveles muy bajos de esta hormona presentan cuadros infecciosos más complicados, lo que adquiere mucha importancia en la actual pandemia”, comenta el doctor Trincado.
¿Cuándo medir la vitamina D?
Según el especialista, controlar la cantidad de vitamina D en cada individuo dependerá del médico tratante. “Podría ser recomendado en quienes no tiene mayor exposición solar como
pacientes postrados, también en los mayores de 65 años y mujeres después de la menopausia, las que pueden tener mayor riesgo de osteoporosis. Otra población objetivo podrían ser las embarazadas, a quienes el déficit de vitamina D puede afectar su salud ósea y, eventualmente, la de sus hijos. También sería recomendable en mujeres durante el periodo de lactancia”, explica el doctor Trincado.
Otros casos que se deberían controlar son los pacientes que usan ciertos
medicamentos como anticonvulsivos y corticoides en forma permanente, ya que estos producen una mayor eliminación de vitamina D y riesgo de osteoporosis, respectivamente.
Dosis necesarias
Los niveles aceptados de vitamina D son
20 ng/ml hacia arriba, siendo un valor ideal
sobre 30 ng/ml, con un
máximo de 100 ng/ml. El requerimiento mínimo diario para un adulto varía entre 400 y 800 UI al día, aunque el ideal puede ser entre 1000 a 2000 UI.
Es importante saber que, en general, los alimentos aportan muy poca vitamina D. Por ejemplo, un vaso de leche entrega solo 100 UI, por lo que, si sólo dependiéramos de este aporte, deberíamos tomar entre 4 a 20 vasos al día; un trozo de pescado aceitoso -como salmón o trucha- aporta alrededor de 500 UI, de modo que sería necesario comer pescado todos los días de la semana, algo muy difícil de mantener.
Por otra parte, la exposición al sol puede aportar mayor cantidad de esta sustancia, sin embargo, siempre hay temor por los efectos negativos del sol sobre la piel. “Se dice que
10 a 15 minutos de exposición diaria de cara, antebrazos y manos sin protector solar, en el horario de menor intensidad de los rayos UV, podría ser recomendable. No se ha determinado cuánta vitamina aportaría, pero se cree que podría ser alrededor de 500 a 1000 UI al día, dependiendo del tipo de piel. Sin embargo, la exposición acumulada al sol durante años puede ser peligrosa, especialmente en personas con piel muy clara o con antecedentes familiares de melanoma”, dice el doctor Trincado.
Por eso, según el especialista, lo más seguro es tomar aportes diarios de vitamina D, principalmente en esta época de confinamiento. Los alimentos ricos en vitamina D y la exposición moderada al sol servirían sólo de complemento.
Controlar su ingesta
En general, el riesgo de tomar vitamina D es muy bajo, sin embargo, su administración debe estar siempre controlada por un especialista, ya que, eventualmente, podría provocar efectos secundarios en ciertos pacientes. “Siempre hay que consultar con el médico tratante la necesidad de medir niveles en sangre o tomar un suplemento de esta vitamina, ya que es necesario evaluar cada caso en particular”, concluye el doctor Trincado.
El 75% de los niños de la región Metropolitana presenta déficit de vitamina D
La vitamina D es fundamental para el
crecimiento de los niños y para que su
sistema inmune tenga una buena respuesta, sobre todo en época de pandemia.
De esta forma, después de meses de encierro, los expertos indican que estos índices pueden aumentar debido a la baja exposición a la luz solar. Para complementar este déficit, la vitamina D ¿se puede encontrar en alimentos?
Lácteos, pescados grasos (salmón y atún), yema del huevo y algunas zetas, como champiñones deshidrados, podrían aportar esta vitamina.
Según la
doctora Ximena Raimann, nutrióloga infantil de Clínica Las Condes, “lo más importante es lo que se sintetiza a través de la piel. Sin embargo, en este tiempo hemos estado encerrados y, además, usamos protector solar”.
La doctora Raimann agrega que, a pesar de esta disyuntiva, es importante que “los niños pueden
exponer sus brazos unos 20 minutos, 3 veces a la semana. Sin embargo, no se debe hacer a la hora peak del sol”.
Por otro lado, la nutrióloga infantil expresa que el
sobrepeso juega un rol fundamental, puesto que las grasas disuelven la vitamina D. Por esta razón, en niños con sobrepeso u obesidad, la vitamina se deposita en la grasa y no va al torrente sanguíneo.