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¿Necesitas una desintoxicación digital?

04 de octubre, 2018 Bienestar Psicológico
No poder estar lejos del teléfono y las redes sociales pueden ser síntomas de adicción. Educarse en tecnología, parece una necesidad.

Estamos frente a una adicción cuando una conducta empieza a afectar la forma normal de vida y a afectar la calidad de ésta, y en el caso de la relación con los celulares podría relacionarse con la conducta compulsiva de revisar constantemente el teléfono, los likes que tuvo en una publicación de Instagram o Facebook, o los mensajes por Whatsapp.

“Sin embargo, este tipo de conductas se cruza con la utilidad que tiene la tecnología”, dice el psicólogo Gabriel García, experto en adicciones de Clínica Las Condes.

“Hay que tener un equilibrio, porque en estas situaciones uno tiende a demonizar la tecnología y es muy importante sacar esa estructura, porque es algo que está incluido en la sociedad y que va en aumento. Es cosa de ver las nuevas generaciones, que nacen involucrados con la tecnología y tienen que convivir con eso en el colegio, o en la adolescencia, tiene que socializar a través de esto, hacer tareas, y los adultos trabajamos con eso también”, indica.

En el fondo, no es necesario quitarlos completamente, pero se puede realizar el llamado “ayuno tecnológico”, que son períodos sin tecnología o sin celular. Sin embargo, tiene que ser completado con una evaluación, pues detrás de la manía de revisar el teléfono puede haber otras cosas.

“Lo importante es hacer evaluación personal. Darse cuenta cuándo está afectando más de lo común. En los adolescentes, la familia se puede dar cuenta, pero en el caso de los adultos si sienten que está afectando su manera de vivir, sus conductas normales o calidad de vida, tienen que buscar asistencia profesional para evaluar si de verdad es una adicción a la tecnología, porque puede ser obsesión, dependencia”, sostiene.

Cabe mencionar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya clasificó el uso abusivo de los videojuegos como un desorden de comportamiento, y ya se está evaluando si se incluye en la misma clasificación a las redes sociales e internet.

¿Qué es educarse en la tecnología?

¿A qué edad los niños deberían tener acceso a internet? ¿Pueden tener redes sociales? ¿Cómo les prohíbo usar el teléfono si yo no puedo dejar de hacerlo? Son algunas de las preguntas típicas de los padres en estos días en que la tecnología está en todas partes y las redes sociales dan señales de que pueden volverse una obsesión.

 

El psicólogo Gabriel García señala que hay que educar a los más chicos, avanzando sin perjudicar las habilidades académicas y/o sociales.


La Academia Americana de Pediatría estableció en 2016 lo siguiente:
 
  • Antes de los 18 a 24 meses de edad está prohibido tener acceso a tecnología, porque es una estimulación que coarta el vínculo, el contacto, que se puedan mirar a los ojos y modelar las reacciones faciales de los padres.

  • De los 2 a 5 años está bien una hora de entretención digital y siempre medida. Tiene que ser educativa, algo estimulante para esa edad, cuando el cerebro es muy plástico todavía.

  • Entre los 6 y los 10 años el niño no tiene la madurez necesaria para manejar las redes sociales y otros contenidos que pueden encontrar, con contenido sexual, por ejemplo, o ciberbullying.

  • Incluso a los 13 años, que es la edad mínima que exige Facebook, hay niños que no tiene la madurez para manejar contenido sexual o acoso
 
“Hay chicos que a los 16 años no pueden manejar situaciones sociales tan complejas, es similar a estar en recreo todo el día”, dice el especialista.

Si es que se ha hecho una co-construcción, la conversación sale más fluida cuando se quiere hablar de límites con los niños. “Cuando no se estableció eso, cuando los padres se encuentran que el niño tiene una vida completa construida en el celular, es más difícil. Es importante hablar claro y ser honesto, que los papás sepan que al tener internet ilimitado se abren a contenidos como sexualidad, bullying, u otras situaciones complejas de manejar. Hablar desde el cariño y no una cosa que se establece como algo autoritario”, dice.

“A veces a los papás les da miedo, pero hay que decir ‘a mí también me cuesta, trabajemos juntos’. Todos esos acercamientos facilitan el contacto más allá de la norma. Los chicos tienen hoy más información, tratar de vender la pomada no sirve”, asegura.
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