Cada año, casi 3.000 chilenas son diagnosticadas con cáncer de mama. Patricia Facuse fue una de ellas.
Cada año, casi 3.000 chilenas son diagnosticadas con cáncer de mama. Patricia Facuse fue una de ellas. Detectar precozmente esta enfermedad es clave para curarla. Por eso es tan importante hacerse una mamografía anual. Dos pacientes de CLC cuentan cómo sobrevivieron a la enfermedad.
Desde que cumplió cuarenta años, Carmen Gloria Borges (50) tenía la costumbre de hacerse anualmente un chequeo completo de salud que incluía una mamografía. En 2005, tras el examen a la glándula mamaria, –el que mejor detecta el cáncer de mama en su etapa más temprana–, supo que en su pecho derecho tenía microcalcificaciones casi imperceptibles, pero con algunas alteraciones. “Son cancerígenas”, le dijo el médico. A Carmen Gloria se le cayeron las lágrimas. “Me dio miedo pensar que en mi cuerpo había cosas raras que me estaban agrediendo. Era como tener un veneno silencioso dentro”, explica ahora.
El cáncer de mama es la segunda causa de muerte por cáncer en las chilenas y cada año afecta a tres mil mujeres. Se trata de un crecimiento anormal y desordenado de células en los conductos o lobulillos mamarios, y que tienen la capacidad de diseminarse a través de los ganglios hacia el resto del organismo. Este cáncer se presenta en dos formas características: nódulos sólidos o microcalcificaciones, es decir, pequeñas calcificaciones que pueden estar localizadas o dispersas en la mama.
El doctor Juan Carlos Acevedo, ex jefe del Centro Integral de la Mama de CLC, explica que la enfermedad tiene un desarrollo lento, lo que implica una gran oportunidad de detectarla precozmente. “Pueden pasar hasta siete años desde que se inicia, con alteraciones en las células mamarias, hasta que el tumor alcanza un centímetro.
Hoy, un cáncer pequeño, en que el tumor mide menos de dos centímetros y no ha llegado a los ganglios, es absolutamente curable. Por eso es tan importante que todas las mujeres mayores de 40 años se realicen una mamografía anual. Es la única manera de detectarlo cuando está comenzando”, recalca el médico. Cuando pudo asimilar la noticia, Carmen Gloria le preguntó al doctor Acevedo, su médico tratante, qué tenía que hacer. Él le explicó que no debía asustarse, ya que por tratarse de un diagnóstico precoz no había riesgos de metástasis y se podría aplicar un tratamiento poco agresivo.
“Sentí un tremendo alivio. Entendí que, a pesar de todo, era afortunada”, dice Carmen Gloria. La operaron en septiembre de 2005. Como las lesiones de Carmen Gloria eran pequeñas, pudo acceder a una cirugía conservadora, lo que significa que le extrajeron el tumor cancerígeno y el tejido sano que había alrededor, pero pudo conservar su mama. En cambio, si el cáncer está más extendido es necesario sacar la mama completa. Un mes después de la cirugía, comenzó una serie de 40 sesiones consecutivas de radioterapia, un tratamiento oncológico que consiste en irradiar en forma local la zona afectada para eliminar cualquier célula cancerígena que haya quedado tras la cirugía. “En la primera sesión estaba asustada, pero el miedo se me pasó de inmediato: la radioterapia no duele. Ese mismo día pensé: ‘Algo bueno tengo que sacar de todo esto’. Desde entonces, a cada sesión fui acompañada de alguien cercano, –mi mamá, alguna amiga, mis hijos–, y después nos íbamos juntos a algún café a comer algo rico. Quise que ir a mi terapia fuera el mejor panorama del mundo”, dice Carmen Gloria.
Ahora forma parte de un grupo de voluntarias compuesto por ex pacientes que se han sanado y que apoya a las mujeres que están actualmente en tratamiento en el Centro Integral de Mama de CLC. Una vez a la semana, Carmen Gloria visita a las pacientes hospitalizadas. “A través de mi propia vivencia trato de mostrarles que es posible salir de esto y salir bien”, dice.
Terapia a la medida
No todos los cánceres de mama son iguales, razón por la cual el tratamiento debe ser personalizado. Para definir el camino a seguir, en el Centro Integral de la Mama de CLC todos los martes se reúne el equipo completo de profesionales que participa en el manejo de la enfermedad: oncólogos, radiólogos, patólogos, psicólogos y cirujanos.
En las juntas médicas se discute cada caso hasta determinar cuál es el mejor plan para la paciente. “Tenemos una guía de tratamientos a los que se ajusta la mayoría de los casos, pero lo relevante está en la forma en que indicamos la terapia y eso se discute en conjunto, considerando las particularidades de cada mujer. No hay que olvidar que tratamos pacientes, no tumores”, recalca el médico.
La mayoría de las pacientes debe ser sometida a cirugía para extirparle el tumor: si es pequeño, generalmente se realiza una intervención en que se conserva la mama. Pero si el cáncer está muy avanzado es necesario recurrir a la mastectomía o extirpación de ella. La reconstrucción mamaria se realiza inmediatamente o en una operación posterior. Cuando hay indicación de radioterapia después de la cirugía, preferimos esperar hasta que termine el tratamiento oncológico para hacer la reconstrucción, ya que la radioterapia puede interferir en el resultado cosmético, explica el cirujano mastólogo-oncoplástico Hernando Paredes, especialista en reconstrucciones mamarias.
La mama se puede reconstruir utilizando tejido de la propia paciente, para lo que se extrae piel de otra zona de su cuerpo. El que mejor funciona es el tejido del abdomen, porque tiene suficiente grasa y se modela muy bien. “Cuando esta opción no es posible, se utiliza tejido dorsal, que se extrae de la espalda, pero para darle volumen se necesita una prótesis. La última alternativa es el implante mamario de silicona, recubierto de poliuretano”, agrega el doctor Paredes. El tratamiento oncológico – quimioterapia o radioterapia– puede ser indicado antes o después de la cirugía. En ocasiones, cuando el tumor está al límite del tamaño permitido para hacer una cirugía conservadora de la mama, se aplica la quimioterapia antes, para conseguir una reducción del tumor. También existe una terapia hormonal, que se aplica cuando el tumor tiene receptores positivos de estrógenos.
El factor psicológico
Cuando Patricia Facuse (43) se palpaba su seno izquierdo, sentía dos pelotas duras que le dolían. Además, presentía que algo no estaba bien. Una mamografía confirmó su sospecha, la que fue corroborada con una biopsia. Patricia tenía cáncer de mama localmente avanzado. La única alternativa posible era una mastectomía total.
“Me asusté mucho. Recuerdo que cuando me hicieron un escáner para saber si tenía metástasis me pasé la noche anterior sin dormir, pensando que quizás no vería a mis hijos casados ni conocería a mis nietos. Fue horrible. Lloré mucho. La sola posibilidad de perder de golpe mi futuro me hizo aferrarme a la vida”, dice Patricia, madre de cuatro hijos.
Verónica Robert, psicooncóloga del Instituto Oncológico de CLC, explica que todas las personas viven el llamado duelo oncológico cuando se enteran de que tienen cáncer. La pérdida de la salud, del control sobre el cuerpo, genera un proceso emocional donde hay negación, rabia, pena y miedo, y requiere de un trabajo de aceptación profundo, señala. La psicóloga ha implementado talleres de encuentros semanales en los que las pacientes con cáncer se reúnen e intercambian experiencias, así como cursos de yoga, arte terapia, escritura y bordado que son gratuitos para estas pacientes.
“Hemos visto que estas iniciativas las ayudan a enfrentar mejor los tratamientos y mejorar su calidad de vida”, asegura Verónica Roberts.
En enero de 2004, Patricia entró a pabellón, donde le extirparon el tumor y le sacaron su mama izquierda. Como en la operación se corroboró que tenía ganglios comprometidos, se optó por postergar la reconstrucción mamaria para cuando el tratamiento oncológico hubiera concluido. Un mes después de la cirugía, Patricia comenzó la quimioterapia: ocho ciclos, uno cada quince días. “Fue muy fuerte el cambio de apariencia. Yo siempre me he preocupado de mi físico y, de repente, me faltaba una pechuga y había perdido el pelo con la quimioterapia. Sentía mi cuerpo invadido y mi espíritu cansado.
La quimio es una bomba que me tiró para abajo”, dice. A pesar de que se sentía muy cansada, Patricia quiso seguir con su vida normal. Iba a buscar y dejar a sus hijos al colegio y hacía las tareas con ellos. Usaba gorros de lana y turbantes, porque no pudo acostumbrarse a usar peluca. Pero al final entendí que es más importante la vida que la apariencia.
Antes yo era muy tímida, pero a raíz de esta experiencia perdí toda la vergüenza y empecé a mostrarme tal como soy”, dice. Para enfrentar mejor el tratamiento, Patricia recurrió a la terapia alternativa: empezó a consumir sólo productos naturales y fue a sesiones de reiki y biomagnetismo. “Creo que me ayudó a mantener un equilibrio interno y a enfocarme en que tenía que salir adelante”, dice.
En marzo de 2005, Patricia volvió a entrar al pabellón. Esta vez para reconstruir su mama con tejido abdominal. Hoy recuerda emocionada el momento en que volvió a mirarse al espejo y se vio con sus dos pechos. “Cerré un ciclo. De nuevo me vi completa, me encontré linda. Fue un momento feliz. Al fin pude descansar, porque el cáncer ya me había dejado. Desde entonces, todos los días me miro al espejo y me digo: ‘Estoy sana y agradezco tener un día más para vivir’”.
La Autopalpación no sirva para hacer un diagnóstico precoz del Cáncer de Mama, porque los nódulos son palpables recién cuando tienen alrededor de un centímetro. Lo ideal es detectarlos antes de que alcancen ese tamaño, lo cual sólo es posible con una mamografía. Por eso, las mujeres mayores de 40 años deberían realizarse este examen anualmente.