Doce años después de recibir un trasplante de hígado, Trinidad Urenda no solo ha podido llevar una vida prácticamente normal, sino también logró convertirse en mamá y disfrutar a sus dos pequeños hijos.
El 21 de enero de 2006 marcó un antes y un después en la vida de Trinidad Urenda (35). Ese día fue sometida a un trasplante de hígado después de sufrir una
hepatitis fulminante por la cual tuvo que ser trasladada de urgencia desde Viña del Mar a Clínica Las Condes.
Hoy, doce años después, se acaba de convertir en mamá por segunda vez y recuerda cómo ha sido tener esta nueva oportunidad en la vida gracias a la generosidad de una familia que optó por donar los órganos de un ser querido.
“Para mí fue un milagro, porque ya me habían hecho el máximo de
diálisis posible en mi estado, y si no llegaba un donante me moría. Pasé a ser la primera en la lista de espera a nivel nacional. Yo no me acuerdo de nada, y recién un par de días después de la operación supe que había sido
trasplantada de hígado.
“Si bien, estuve internada durante cuatro semanas, por suerte la recuperación fue rápida, mucho más de lo esperado. Sin embargo, tuve que aprender a respirar de nuevo, a caminar de nuevo e incluso a hacer cosas tan cotidianas como tomar los cubiertos. Para eso hice mucho
trabajo con los kinesiólogos durante la hospitalización, y cuando me dieron de alta estaba casi perfecto. Solo caminaba un poco más lento, hacía todo más pausado y tenía que usar una mascarilla para evitar el contagio de algún virus, además de tomar los remedios que mantengo hasta el día de hoy.
Incluso, en ese momento yo estudiaba Pedagogía Básica y me dijeron que perdería el año, pero en abril estaba de vuelta en clases. Se suponía que tampoco iba a poder volver a comer todas las cosas ricas que me gustaban, pero a los seis meses comía casi de todo y podía salir con mis amigas como cualquier joven de veintitantos.
Sin embargo, mi gran tema
después del trasplante era si iba a poder ser mamá, a pesar de que los doctores me decían que estaba perfecto y que la única precaución era que debía ser un embarazo planificado. Fue así como en febrero de 2017 nació mi primera guagua –tres años después de haberme casado- y en julio de este año tuve a mi segundo hijo.
El
primer embarazo fue todo súper normal, pero el
segundo fue más complicado porque no había sido programado y en los exámenes me salió que estaba con un leve rechazo del trasplante. Por suerte mi ginecólogo, el
doctor Eduardo Sepúlveda, me tranquilizó, me dio un tratamiento que no afectaría a la guagua, y finalmente, a los pocos meses, el rechazo remitió. Mi guagua nació sin ningún problema y ahora puedo disfrutar mi post natal para estar con mis dos hijos.
Estoy aprovechando mi vida al máximo, porque uno nunca sabe qué es lo que va a pasar. Tengo absoluta consciencia de que me dieron una segunda oportunidad. El trasplante me dio vida a mí y a mis dos hijos”.
La cirugía
El equipo médico liderado por el
doctor Erwin Buckel, jefe del Centro de Trasplante de Clínica Las Condes, estuvo a cargo de la cirugía de Trinidad doce años atrás. El procedimiento duró ocho horas y en él participaron seis cirujanos, dos anestesistas y un equipo de asistentes de enfermería conformado por ocho personas.
La experiencia de CLC
Clínica Las Condes es líder en trasplantes a nivel nacional. “Aquí hay un grupo técnico de primer nivel que se ha consolidado a lo largo de los años por su enorme experiencia y por realizar un trabajo en equipo multidisciplinario con el apoyo de todos los servicios de la clínica y el acceso a tecnología de punta”, dice el
doctor Javier Brahm.
Dar vida
El
doctor Javier Brahm, gastroenterólogo de Clínica Las Condes, es quien ha acompañado y controlado a Trinidad durante todo este proceso después del trasplante. “La situación de Trinidad cuando llegó a la clínica era gravísima. Afortunadamente apareció un donante a tiempo y la cirugía fue exitosa, para luego continuar con una rápida recuperación y controles regulares que le han permitido mantener una vida completamente normal durante todos estos años”, dice el especialista.
Por eso, insiste en la importancia de la
donación de órganos, sobre todo en un país donde las tasas de donación son cada vez más bajas.
“El hígado que le llegó a Trinidad ha dado tres vidas: a ella y a sus dos hijos. Eso es muy impactante, y por lo mismo desilusiona que en un país donde existen todas las condiciones económicas, técnicas, científicas y médicas no haya donantes. Es algo dramático. Tenemos menos donantes que Uruguay, Argentina y Brasil”, agrega.