Esta moda puede provocar daño permanente en la piel de los jóvenes, por lo que es importante tener en cuenta lo que hay que hacer para removerlos.
“Quiero hacerme un tatuaje”, “Yo quiero un piercing en la lengua”. Si tienes adolescentes, seguro has escuchado este tipo de frases.
La dermatóloga María Luisa Sáenz de Santa María explica cuáles son los riesgos y complicaciones que puede tener este tipo de prácticas.
“El tatuaje inserta un pigmento insoluble en la piel, algo ajeno a ella. Para la piel esto corresponde a un cuerpo extraño, el cual
desencadenará una respuesta inflamatoria que puede ser patológica”, señala.
Este pigmento no es inocuo y puede causar un daño permanente: en algunos casos, los pigmentos pueden migrar en la piel, el dibujo se corre y pierde definición, en otros
se forman granulomas que son lesiones pequeñas que aparecen como respuesta del sistema inmune.
Incluso las tintas naturales pueden provocar reacciones como la
henna pueden causar reacciones alérgicas, donde, a veces se ha visto que en estas
líneas puede aparecer más pelo (hipertricosis).
El color de los tatuajes también es un elemento a considerar:
el pigmento rojo es el que más reacciones produce. Y el verde y el azul son los que más cuesta quitar.
Para remover los tatuajes se utiliza un láser de alta tecnología con el que se va despigmentando la piel. Sin embargo,
la piel nunca vuelve a tener el aspecto que lucía antes del tatuaje.
“
Con el láser se elimina los pigmentos de forma selectiva. El color negro se puede remover mejor, pero el color verde y azul no tienen tan buena respuesta. En cualquier caso, se necesitan varias sesiones para borrarlos”, advierte la especialista.
En el caso de los piercing, la doctora Sáenz de Santa María indica que este tipo de perforaciones pueden producir
dermatitis, desgarros y queloides.
Piercings y tatuajes comparten además el riesgo de adquirir, además de las infecciones locales, otras infecciones más graves como
sífilis, VIH, hepatitis B y C.