En muchos sentidos, la memoria da forma a lo que somos. Nuestros recuerdos nos mantienen conectados, escriben nuestras biografías y lo que hemos hecho en la vida. Entonces, sepa cómo mantenerla activa, sana y vigente.
Derribando mitos:
- Se nace con buena o mala memoria:
FALSO. No existe ninguna diferencia estructural a nivel cerebral entre una persona con buena o mala memoria. La memoria debe ejercitarse, se entrena.
- El cerebro deja de crecer en la infancia:
FALSO. Las neuronas del hipocampo son plásticas y pueden crecer en tamaño y en ramificaciones en la medida que las hagan trabajar.
- Los viejos tienen mala memoria:
FALSO. La edad es solo un factor de riesgo.
¿Le ha pasado que al salir del supermercado no recuerda dónde dejó su auto, o si se tomó o no el remedio en la mañana? ¿O que no tiene la menor idea del nombre de la persona que tiene al frente, si cerró la puerta con llave antes de salir, o dónde dejó los anteojos? Bueno, no se alarme, le pasa a todos: jóvenes, adultos y adultos mayores. Olvidar es parte de la memoria y, como escribió Borges: “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”.
A través de la formación de nuevas redes o conexiones neuronales (sinapsis) el ser humano es capaz de tener memoria. Este es un proceso que nos permite codificar, almacenar y después recuperar información y se divide en dos grandes modelos: la memoria de corto plazo y la de largo plazo.
La memoria de corto plazo es aquella que mantiene de forma activa una pequeña cantidad de información de manera que se encuentre inmediatamente disponible durante un corto periodo de tiempo (un teléfono, una dirección). La de largo plazo, en tanto, es aquella que almacena de forma indefinida una cantidad de información que se supone puede ser ilimitada.
Según nuestros especialistas de Clínica Las Condes, gracias a la memoria el ser humano puede retener experiencias y, entre más intensas, más grabadas quedan. Y agregan: “también influyen de manera determinante el componente emocional y los sentidos involucrados. Un olor, un sabor o una canción unida a un hecho relevante es muy difícil de olvidar. Hay estímulos que encajan recuerdos como una llave a una cerradura”.
Las reservas
La edad, indiscutiblemente, es un factor de riesgo para la memoria. Con los años su rendimiento comienza a disminuir como resultado del proceso natural del envejecimiento. Sin embargo, no por eso estamos condenados a olvidarlo todo. Al contrario. Hay una serie de medidas que permiten lograr que no se vea afectada dramáticamente o bien sea de la manera más paulatina posible. Es lo que se denomina construir reservas cognitivas, lo que es especialmente importante cuando se entra a la tercera edad.
Lo primero para conseguirlo es adoptar estilos de vida saludables, ojalá a lo largo de toda la vida, aunque nunca es tarde para comenzar. Una dieta sana y adecuada, beber alcohol de forma moderada, mantener el peso controlado y evitar el tabaco (el cigarro altera la oxigenación del cerebro), son el punto de partida para poder conservar una buena memoria. A esto hay que sumarle un buen control de los factores de riesgo y de las enfermedades (hipertensión, colesterol alto, diabetes), realizar ejercicio físico y mental, dormir adecuadamente (ni más ni menos y ojalá sin medicamentos), participar en actividades sociales, manejar lo mejor posible el estrés, mantenerse al día y pasarlo bien. Todas herramientas fundamentales para que el cerebro continúe armando redes entre las neuronas.
La memoria también hay que ejercitarla. Porque aunque muchos son fieles al dicho, ‘no guardes nunca en la cabeza aquello que te quepa en un bolsillo’, para mantener una buena memoria es fundamental hacerla trabajar y tener estrategias de mnemotecnia –asociación mental de ideas, esquemas, ejercicios sistemáticos y repeticiones– que ayuden a recuperar lo que está almacenado. Finalmente, una buena agenda, un ayuda memoria o listado de cosas por hacer, un calendario pegado en un lugar visible con las fechas importantes destacadas y las alarmas (ideal para recordar que debo tomarme un medicamento) son grandes aliados para lograrlo con éxito y evitar frustraciones.
Consulte con un médico si:
- Comienza a repetir conversaciones.
- Tiene dificultad para recordar conversaciones recientes.
- Presenta dificultad para conversar sobre temas de su propio interés.
- Le resulta complicado efectuar tareas que requieren varias etapas.
- Le cuesta resolver problemas.
- Ya más grave, si presenta cierto desapego de las reglas de conducta social.
Estrategias diarias
Si sus olvidos son del tipo de ‘dónde dejé los anteojos’, ‘cuál era la palabra’ o ‘qué año nació mi hijo’, la psicóloga de Clínica Las Condes, Carolina Pérez, da una serie de estrategias para recordar, ejercitar y mantener activas nuestras neuronas.
Para no perder las cosas:
- Tenga un lugar para cada cosa y deje cada cosa en su lugar.
- Si lo perdió: recuerde qué hizo la última vez que lo usó, dónde estaba y qué ropa usaba.
Si debe recordar un número, agrúpelo:
9 824 3715
9= como la mayoría de los celulares
824= pares
37= la edad de mi hermano
15= edad que tenía cuando conocí a mi marido
Si suele olvidar palabras:
- Realice un listado de palabras que empiecen con una determinada letra.
- Diga una palabra y que la otra persona comience con la última sílaba.
- Enumere palabras que pertenezcan a una categoría: países, comidas, nombre de mujeres, etc.
- Enumere palabras de diferentes categorías alternándolas.
- Diga sinónimos/antónimos a partir de una palabra.
- Complete frases.
- Haga puzles, palabras cruzadas y ejercicios de repetición.
Si olvida acontecimientos de su vida o información antigua, practique haciendo lo siguiente:
- Recuerde hechos propios o familiares a través de una autobiografía. Escriba su propia historia.
- Haga el ejercicio de recordar hechos por décadas.
- Recuerde a personajes conocidos a través de ocupaciones: oficio, familiares, colegio, etc.
- Complete refranes que están incompletos.
¿Qué dificulta recordar?
- Déficit sensorial. Para retener recuerdos en la memoria es fundamental registrar los hechos y para ello hay que poner atención y percibirlos. Una persona sorda que no entiende lo que le están diciendo, difícilmente lo recordará.
- Falta de atención o interés. A medida que las personas envejecen, cada vez son más selectivos con las cosas que les interesan. Aquellas que le son indiferentes se olvidarán fácilmente. Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa.
- Problemas en la comprensión. Por ejemplo, recordar una frase en un idioma que no manejamos es muy difícil de retener.
- Ansiedad o depresión.
- Falta de ejercitación mental. Es clave mantenerse cognitivamente activos, leer el diario, estar al día con lo que pasa en el mundo, mantener y disfrutar de la vida social.
- Altas exigencias. No se imponga metas imposibles.