Según la pediatra y nutrióloga infantil de Clínica Las Condes, doctora Eliana Muñoz, muchos padres llegan angustiados a su consulta porque a su hijo no le gusta comer, come poco, mal o es mañoso. Sin embargo, para ella, más que cantidad, lo más importante es verificar si el niño está recibiendo los nutrientes necesarios para un adecuado desarrollo y evaluar sus hábitos de alimentación.
La doctora explica que en la mayoría de los casos, cuando un niño no come es porque existe una alteración en las dinámicas involucradas a la hora de comer. “Cuando alimentarlo se transforma en un problema hay que consultar al pediatra o nutriólogo infantil, con el fin de realizar una evaluación nutricional, ajustar las porciones a los requerimientos de cada niño, establecer rutinas y horarios a la hora de comer e intentar, de esta forma, disminuir la ansiedad de los padres ante el problema”.
Benditos hábitos
Al referirse a niños que no comen, algunos especialistas hablan de un síndrome que se gatilla al momento de nacer. La doctora Eliana Muñoz lo establece así: es poco común que un lactante menor no coma bien o suficiente, por lo que siempre hay que descartar alguna patología asociada. Ahora, cuando están más grandes, hay que enfocarse principalmente en los hábitos, porque de ahí derivan la mayoría de los problemas.
Según la especialista, lo adecuado a esta edad sería comer cuatro comidas al día: desayuno, almuerzo, once y cena; la porción debiera ser del tamaño de una taza (lo que varía según los requerimientos personales); incluir cinco raciones de fruta y/o verduras y entre dos a tres porciones de lácteos diarios (en lo posible leche de vaca y no sus derivados); si se incluye una colación, que no es esencial, ojalá sea una fruta o un lácteo. Otro dato clave, evitar el picoteo a deshora.
Por otra parte, la hora de comer debe ser una rutina más del día, evitando las distracciones como ver televisión o jugar mientras se come. Lo ideal es que el niño coma siempre en el mismo lugar, bien sentado (no en brazos) y por un período determinado de tiempo, no más de media hora. A partir de los tres años puede comenzar a incorporarse gradualmente a la dinámica familiar.
“Los modelos se establecen desde muy pequeños y de por vida. Por eso hay que pedir ayuda pronto si nota problemas. Cambiar las costumbres familiares y los hábitos a edades más tardías es más difícil. Se puede, pero cuesta mucho más”, agrega la doctora.
¿Está enfermo?
El resultado de una mala alimentación puede traducirse en desnutrición, compromiso en el desarrollo físico e intelectual, mayor riesgo de infecciones y otra serie de alteraciones. Por ello, si una vez establecidos correctamente los hábitos de alimentación el problema persiste o si existe un compromiso en la talla o el peso, es importante descartar en forma activa y precoz una patología asociada como, por ejemplo, trastornos de la absorción de nutrientes, alteración en la función de distintos órganos como riñón, hígado, infecciones intercurrentes, entre otros. “En estos casos no existen exámenes de rutina como fórmula, se ve caso a caso y ajustado a cada niño”, explica la doctora.
Además, agrega que: “En algunas circunstancias puntuales al detectar déficit de nutrientes específicos, los especialistas pueden indicar suplementos de vitaminas o minerales, pero es importante aclarar que estos no hacen engordar o no aumentan el apetito, como muchos piensan”, concluye.
Cómo tentarlo
- Comer siempre lo mismo aburre. Evite la monotonía.
- En lo posible, impida las golosinas, el picoteo y el exceso de jugos, así llegará con hambre a su próxima comida.
- No se desespere. Es la regla de oro para padres de hijos con dificultades para comer.
- No lo fuerce a comer, pero insista. Hay que hacer el esfuerzo.
- Ponga límites: no tenga al niño sentado frente a la comida por más de media hora.
- Si no come a la hora establecida, lo ideal es que no lo haga hasta la próxima comida.
- Las porciones deben ajustarse a sus necesidades (aproximadamente 1 taza a esta edad).
- Un niño necesita probar hasta 10 veces un alimento para adquirir el gusto. Si lo rechazó la primera vez, no se dé por vencida.
- Hay que incorporar cosas nuevas, pero de a poco.
- La forma, el color y la textura de la comida importan. Haga que el plato se vea atractivo.
Un HÁBITO es una costumbre que se establece después de repetir siempre las mismas acciones. Puede establecerse un buen hábito de alimentación si:
- Los niños comen siempre a la misma hora.
- Cuando el niño come, no realiza otras actividades como jugar o ver tv.
- Los niños comen siempre en el mismo lugar (cocina, comedor)