Paciente hemofílico que sufrió una hemorragia nasal fue atendido en Clínica Las Condes después que otra institución no quisiera respetar su decisión.
Fernando del Castillo (40) es microbiólogo y dueño de una empresa de transporte de residuos clínicos. Él tiene hemofilia tipo A, un trastorno hemorrágico hereditario que lo predispone a tener sangrados más prolongados, debido a que su sangre no coagula en forma apropiada.
“Me acostumbré desde siempre a mi condición. Nunca había tenido ninguna complicación”, reconoce Fernando. Pero hace algunas semanas, un domingo, llegó a su casa después de hacer deporte y mientras se duchaba comenzó a sangrar de la nariz. No era la primera vez que le ocurría, las hemorragias nasales lo acompañaban en cada cambio de estación y ante cambios bruscos de temperaturas sangraba, pero esta vez el sangrado no se detenía.
“El sangrado nasal o epistaxis es muy frecuente. Se estima que más del 90% de las personas va a tener un sangrado nasal al menos una vez en la vida. También hay factores de riesgo para tener más sangrado de lo habitual, como la rinitis alérgica. De todos los sangrados de nariz, el 95% es un tipo de sangrado anterior, de vasos sanguíneos pequeños que generalmente dejan de sangrar solos. Un porcentaje muy minoritario de epistaxis son posteriores, es decir, un sangrado nasal que viene de arterias que son más grandes”, explican los especialistas de Clínica Las Condes.
Estas últimas son más comunes en personas que han sufrido algún traumatismo, personas de edad avanzada, con hipertensión o tratamiento con anticoagulantes. “Estuve sangrando 24 horas. El lunes en la noche, fui a urgencias a otro centro asistencial”, recuerda Fernando. “En cuanto llegué les dije que soy Testigo de Jehová y que por mis creencias religiosas no recibo transfusiones de sangre ni sus fracciones mayores, como hemoderivados.
Personalmente, encuentro que, además, es un tratamiento un poco retrógrado, claro, aparentemente lo más sencillo es transfundir. Mi negativa a la transfusión sanguínea la escribí de puño y letra en la hoja de consentimiento informado”, cuenta.
El tratamiento primario que se le ofreció en ese centro asistencial fue cauterizar las venas de la parte anterior de la nariz para detener el sangrado. Pero eso no funcionó por completo y Fernando seguía tragando sangre. Se ingresó entonces a pabellón y, entre otras cosas, se aplicó taponaje para, en definitiva, poder alcanzar la hemostasis mecánicamente en la parte anterior sangrante.
Sin embargo, para después remover los tapones y controlar un posible sangrado se propuso la embolización de las arterias en cuestión, un procedimiento que consiste en obstruir las arterias de la nariz para que deje de circular sangre por ellas, pero para llegar hasta ellas se ingresa un catéter por la ingle.
“Dos médicos con los que hablé (el tratante y el especialista) me dijeron que no había problema con mi negativa a las transfusiones y que no sería necesario, porque los riesgos eran bajos, pero una tercera doctora, la anestesióloga, me dice que la postura de esa clínica y de ella como médico es que ante un riesgo vital la transfusión se hace sí o sí, sin respetar mi decisión, y que si rechazaba el procedimiento con esa condición, no me podían seguir atendiendo, ahí la situación escaló.
Mi esposa, que me apoyó en todo el proceso, tuvo que plantear la situación frente al comité de ética y legal, hasta mencionamos exonerar de responsabilidad al personal médico en el eventual caso de requerir transfusión, sin resultados positivos. Mi postura no era rechazar el tratamiento, en lo que yo no estaba de acuerdo era que en caso de riesgo vital me hicieran transfusión de sangre, y ese riesgo era muy bajo. No quisieron respetar mi postura”, explica Fernando.
Desde que se había iniciado el sangrado, ya habían pasado cinco días. Recién el viernes, Fernando llegó a Clínica Las Condes.
Una vez en Clínica Las Condes
“Cuando nos contaron del caso, lo discutimos con el
equipo de anestesiología y el
equipo de otorrinolaringología. Consideramos que había que hacer algo por el paciente. Él requería una solución. Se evalúan los riesgos y beneficios, y decidimos, obviamente, acogerlo y poner todo a disposición de su tratamiento para sacarlo adelante, respetando su oposición a la transfusión de sangre y derivados de ella”, explican los especialistas.
Una vez hospitalizado en la unidad de tratamiento intermedio, Fernando fue estabilizado y
tratado con medicamentos para ayudar a la función de coagulación. Dos días después, ingresó a pabellón.
“Constatamos que el sangramiento continuaba.
Decidimos ligar las tres arterias de la nariz y le dejamos un taponamiento mínimo. Indicamos una semana de observación y no sangró más”, indican los doctores. Con las arterias ligadas se evita que circule sangre por ellas, pero
la nariz tiene la capacidad de crear nuevas venas y arterias, por lo que no hay riesgo de pérdida de funcionalidad respiratoria ni olfativa de este órgano.
Los especialistas de Clínica Las Condes tienen experiencia en este tipo de cirugías y la literatura científica disponible confirma que
es un procedimiento seguro para el paciente. En el caso de Fernando, la cirugía duró casi cuatro horas y participaron tres médicos otorrinos (los doctores,
Francisco Krause y
Luis Cabezas), dos anestesistas (
doctores Andrés Leiva y
Rudy Garrido) y todo el equipo de pabellón. “Fue un trabajo complejo, pero efectivo, y lo más importante es que en todo momento
respetamos la decisión de Fernando”, recalcan los doctores.
“Durante las primeras dos o tres semanas después de la cirugía
se recomienda no volar en avión y no exponerse a actividades que puedan aumentar el riesgo de golpes fuertes en la cara. Pero luego de eso, puede hacer una vida normal”, dicen los especialistas.
A semanas de la intervención, Fernando ya está haciendo su vida normal. “No se imaginan cuán agradecido estoy del equipo médico, me siento súper bien.
Seguro y tranquilo de la recuperación. Mi conciencia está tranquila, de haber estado en una situación compleja, donde, con responsabilidad, esfuerzo y compromiso, tanto médico como institucional,
se ha respetado mi conciencia y mi decisión. Si eso no hubiera ocurrido, hoy estaría devastado”, reflexiona.
Fernando tiene dos hijos y nunca antes había tenido problemas con que los médicos respetaran la decisión de no aceptar transfusiones de sangre. En los partos de sus hijos y en otros procedimientos médicos de su familia siempre dio a conocer su creencia religiosa y expuso su posición verbalmente a los médicos y enfermeras, y también por escrito cuando debía firmar la declaración de consentimiento informado.
“Los médicos se preocupan un poco cuando se les dice que no queremos transfusiones, se ponen más nerviosos, y es muy razonable, pues su responsabilidad es enorme, pero después se dan cuenta de que no tiene mayor sentido ese nerviosismo. Mi postura no está basada en un capricho o fanatismo religioso, la sangre se vincula con la vida, yo reconozco y respeto a quién la creó y me la dio”, dice
En los años de experiencia del doctor, nunca había conocido de un paciente con problemas de coagulación que no recibiera transfusiones de sangre. “Fue una situación compleja, no sólo desde el punto de vista médico, sino también bioético. Nos sentíamos responsables de ayudarlo, de tratarlo y respetar su decisión. Y lo hicimos. Además, en todo momento estuvo el respaldo de la clínica”, puntualiza este especialista.