Ambos trastornos están fusionados bajo el nombre de “Trastornos del espectro Autista”.
Entre el trastorno de Asperger y el
autismo clásico, hay más similitudes que diferencias. Por eso, desde el año 2013 el grupo de trabajo para la Quinta Edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM5), publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, fusionó ambos trastornos dentro de una misma categoría con el autismo clásico bajo el nombre de “
Trastornos del Espectro Autista” (TEA).
“Actualmente se consideran un continuo donde no se ha podido establecer una diferencia neurobiológica o genética científicamente validada entre los subgrupos. Las similitudes entre las dos condiciones son mayores en número que las diferencias”, dice la
doctora Eliana Rodillo, neuróloga de Niños y Adolescentes de Clínica Las Condes.
En lo que sí existe consenso generalizado es que el “trastorno del espectro autista” es un espectro que varía entre diferentes individuos, e incluso dentro de los individuos durante su vida. Es particularmente variable entre las personas con diferentes niveles intelectuales o habilidades de lenguaje, que no está incluido en el criterio de “Trastorno del Espectro Autista.
La neuróloga explica que todos los pacientes con “
trastorno del espectro autista” tienen niveles clínicos de dificultades socio-comunicativas y un comportamiento restringido y repetitivo, lo que constituye el problema nuclear. “La
discapacidad intelectual y su capacidad de lenguaje se agregan al diagnóstico de TEA como calificadores”, dice la doctora Rodillo.
Además, la
nueva clasificación incluye los niveles de gravedad (1 a 3), que se basan en la cantidad de apoyo que necesita el niño(a), para enfrentar los desafíos con la comunicación social, los intereses restringidos y las conductas repetitivas.
A partir del DSM-5 se plantea adoptar un enfoque dimensional, así como categórico. “Por lo tanto, además del diagnóstico de trastorno del espectro autista uno debe describir su
nivel de capacidad intelectual y lenguaje, además del nivel de gravedad o disfuncionalidad. Lo anterior permite una descripción complementaria y completa de los síntomas, fortalezas y deficiencias del paciente, permitiéndole un manejo más apropiado a sus dificultades”, indica la especialista.
Al momento del diagnóstico y el tratamiento, también es importante agregar las comorbilidades que se pudieran detectar en el paciente, como
Déficit Atencional, Trastorno de Ansiedad, Trastorno del sueño, entre otras, las que también deben ser abordadas en su manejo.