Especialista recomienda demostrar al niño que están ahí para ayudarlos y no dejar que se pase solo.
Antes de los
seis años un niño no tiene la capacidad cognitiva de
manipular, no sabe hacerlo, por los que las llamadas
pataletas no son una problema de límites de los padres ni una forma de manipulación de los hijos, si no una manera -aunque desesperada- de comunicarse.
Así lo explica la psicóloga
Anastasia Fernández, especialista en primera infancia de Clínica Las Condes. “Si es a menudo, algo está pasando, pero los niños cuando son tan chiquititos no saben controlar su
ansiedad, no tienen las herramientas ni capacidades para regular su ansiedad, necesitan sacar la rabia y es súper sano que la saque. Las
pataletas son comunes y normales a los
dos años y medio, tres años y medio”, dice.
La psicóloga explica que los niños no tienen la capacidad cognitiva para decir a sus padres, por ejemplo “te estuve esperando todo el día y ahora te pido un chocolate y me haces esperar”, por lo que se manifiestan llorando, mostrando que algo está mal. Por ello es que el cuidador, más que esperar a que se calme solo,
deben transmitir que está ahí para él.
“Lo peor es ahogar la pataleta, es echarle más leña a la fogata. Cuando trato de ahogarla, puede ser que se extinga, pero va a venir otra peor”, sostiene.
Lo que ocurre en estos casos es que es el padre, madre o cuidador también se desborda, y cuando eso ocurre, es imposible controlar la situación. “
Como adultos debemos ser capaces de
contenerlos. Es difícil decirlo en el momento, pero es importante estar disponible. Unos quieren que los abracen otros mantener la distancia, pero hay que estar siempre disponible, no con el celular en la mano”, dice.
Si quieres un cambio en el comportamiento de su hijo, comienza por cambiar tú
Los niños son moldeables, por lo que bastan pequeños cambios en sus rutinas para modificar sus actitudes, por lo que cuando parecen estar incontrolables, en realidad, son los padres los que tienen que aprender a calmarse antes de intentar calmarlos.
Anastasia Fernández pone el ejemplo del
llanto en el avión, cuando un niño llora sin parar y termina molestando al resto de los pasajeros que culpan a la madre por no controlarlo.
En este caso, como en otros, no es una manipulación, sino que existe una necesidad que está teniendo y no está consiguiendo satisfacer, pero como no tiene las capacidades para comunicarse, llora. “Cuando ocurre en un avión es como una gran bola de nieve, la mamá comienza a desesperarse y es incapaz de movilizarse, calmarse o respirar. Lo recomendable es que, si hay otro adulto disponible, pueda tomar al niño, llevárselo, abrazarlo y
contenerlo con la seguridad de que va a poder calmarlo… porque si no estoy calmada, no voy a poder”, dice.
La psicóloga hace una analogía con la máscara de oxígeno en los aviones, en que recomienda ponerse el oxígeno antes de ayudar a alguien más.
La especialista señala que en episodios de
pataletas, las reacciones de los padres son fundamentales para obtener impacto, y cuesta cambiar el impulso de los padres, ellos también deben aprender, y una vez que lo hacen, los hijos se moldean también.
“Algunos llegan a la consulta y con sólo poder contarlo y saber que es normal, les baja la ansiedad. Cuando baja la ansiedad en ellos, en los niños también baja la
ansiedad. Es súper satisfactorio, porque los niños cambian un montón cuando tienen papás motivados por el cambio”.