Chile utiliza un promedio de 10,7 kilos por hectárea de pesticidas, muy por sobre los niveles de países similares en producción agrícola. Los productos con más residuos son las hortalizas para el mercado interno, y las causas son exceso de uso por parte de los productores, maquinarias y falta de regulación.
Por Revista El Campo, El Mercurio
Al elegir una lechuga en el supermercado o la feria las personas tienden a elegir lo más verde, grande y fresca. Lo mismo ocurre con el resto de las verduras y frutas: siempre se busca la de mejor aspecto.
Sin embargo, pocos saben lo que puede haber detrás de ese producto. Porque el agricultor, para obtener una cosecha óptima en rendimiento y calidad recurre a la ayuda de agroquímicos que, aplicados en forma adecuada, cumplen bien sus objetivos. Pero, muchas veces, se aplican mezclas o volúmenes de pesticidas por sobre los autorizados en la normativa vigente y por las normas internacionales. Así, una inocua lechuga puede tener en sus hojas niveles de residuos, en ocasiones de productos prohibidos en otros países, que la llevan a tener efectos negativos para la salud.
El uso inadecuado, sumado a una mínima fiscalización por parte de los encargados, está entre los principales factores que explican que Chile esté entre los países con niveles más altos de uso de pesticidas en el mundo. De hecho, pasó desde un nivel de 4,6 kilos de pesticidas por hectárea arable en 2005, según datos de la FAO, a un promedio de 10,7 kilos entre ese año y 2009, superando ampliamente al que tiene la OCDE, en torno a 0,21 kilos.
Los análisis
Un estudio que realizó en 2010 el Centro Clínico del Cáncer de Clínica Las Condes, junto con el programa Contacto de Canal 13 -en el que analizaron productos como las lechugas y espinacas disponibles en supermercados de Santiago- arroja, como ejemplo, que en al menos tres muestras de lechugas hay niveles diez veces mayores a lo permitido de residuos de fungicidas, mientras que en espinacas los resultados tienen altos restos de insecticidas.
A ese análisis se suma un reporte del Instituto de Salud Pública (ISP), de 2011, que identifica que el 11% de una muestra de 228 alimentos –que incluye leche, huevos y alimentos infantiles- tiene residuos de pesticidas y que, de ellos, el 1% supera los límites legales.
El único análisis periódico y nacional que mide los residuos de pesticidas en frutas y verduras lo hace el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), desde 2009. En el último disponible, de 2012, se observa que el 3% de los productos supera el límite máximo de residuos que acepta la legislación –especialmente kiwis y cerezas- y que, además, el 1,5% excede el límite que exige el Ministerio de Salud.
Salvo este informe anual, no existe otro tipo de muestreo sistemático realizado por un organismo oficial que mida los residuos de pesticidas en los alimentos de consumo interno. Tampoco se sabe qué ocurre en los campos, porque si bien cada producto indica cómo debe aplicarse, es complejo fiscalizar si se cumple. Además, en el país no existe una normativa que exija capacidad para quienes pueden aplicar un producto (sólo hay normas de protección al trabajador, para evitar daños a su salud) ni un control a la maquinaria que se utiliza para ello, como sí se hace en algunos países de destino de los envíos nacionales, como Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
Por otro lado, no se ha creado un plan nacional que combine la necesidad de controlar las plagas, con la inocuidad alimentaria y la sanidad ambiental, a lo que se suma en muchas ocasiones el perfil de productores –especialmente pequeños- que prefieren poner “un poco más” para asegurarse de que el producto cumpla su función.
¿Por qué se ha producido este creciente uso de pesticidas? Los expertos plantean que, en el caso de Chile, la apertura de mercados para los productos agrícolas, la aparición de nuevas plagas y la mayor resistencia de otras explicarían el fuerte aumento.
En realidad, esas serían sólo parte de las causas, porque otros países productores de alimentos enfrentan la misma realidad, pero sus niveles de uso de pesticidas son mucho más bajos.
Qué ocurre en los campos
De acuerdo con los datos de la FAO, en 2011 se utilizaron 22.504 toneladas de pesticidas en el país, de los cuales la mayor parte fueron herbicidas e insecticidas.
La Asociación Nacional de Fabricantes e Importadores de Productos Fitosanitarios -que reúne a las principales empresas que producen, importan y venden plaguicidas- fue contactada para este artículo y dice no tener información sobre la evolución de las ventas o qué tipo de productos son los más vendidos en Chile.
Como los únicos estudios disponibles se enfocan en analizar los residuos en alimentos, casi no hay información de qué pasa en los campos con los plaguicidas, cuántos aplica cada productor, qué volumen ni con qué equipos, lo que, además, resulta complejo de fiscalizar.
Este aspecto llamó la atención de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) al revisar la información para incorporar a Chile, en 2010. El organismo recomendó bajar los niveles de uso de plaguicidas y, como no había datos de qué se hacía con ellos, el Inia comenzó a averiguarlo.
El investigador Carlos Quiroz estuvo a cargo de ese estudio, enfocado en manzanas y uvas de mesa de exportación, que derivó en un libro publicado este año: “Estrategias de manejo fitosanitario para reducir el uso de plaguicidas”. Lo primero que lanza como conclusión es que se están utilizando en forma innecesaria.
“Muchas veces el productor hace aplicaciones sin saber lo que pasa en el campo, sólo sigue las recomendaciones para estar con cero plaga”, dice, y afirma que es necesario mejorar los sistemas de monitoreo para aplicar pesticidas sólo cuando la presión de las plagas implica riesgos, lo que no se hace el 50% de los casos que revisó el estudio.
El análisis recalca que entre los productores pequeños la práctica es más común, ya que sólo el 15% monitorea los predios para ver si aplica pesticidas.
Quiroz, junto a un grupo de expertos, hizo el ejercicio –en 12 predios entre Atacama y La Araucanía- de comparar la forma de trabajo de los agricultores con lo que consideran que se debe hacer para disminuir el uso de pesticidas sin afectar los resultados (el otro extremo sería no aplicarlos y arriesgarse a un rechazo de las frutas en los mercados de destino, por la presencia de plagas). El experto asegura que, con monitoreos, lograron reducir el nivel de aplicaciones hasta en 40% en casos como el oídio de la vid.
En los manzanos –el segundo frutal más importante para la fruticultura chilena y uno en los que se utilizan más plaguicidas-, uno de los mayores dolores de cabeza es el hongo venturia inaequalis, para lo cual muchos aplican fungicidas después de cada lluvia.
El estudio muestras que si, en vez de hacer eso, se monitorea la presencia de hongos y se aplica de acuerdo a ello, logran reducir a la mitad el número de aplicaciones y la carga de plaguicidas, sin importar la variedad.
Sin embargo, el experto dice que la raíz del problema es la mentalidad de los productores: “Me pongo en el caso del administrador de un campo. Si hay presión de una plaga, pero monitorea que no es importante y no aplica, puede equivocarse y le cuesta la pega. Pero si aplica cuando no es necesario, nadie se da cuenta. Es el precio que pagan por dormir tranquilos”.
El coordinador técnico del proyecto del Inia, Arturo Correa –quien ha sido jefe del departamento de pesticidas del SAG y es consultor para la FAO en este tema, agrega que otro punto clave en el uso excesivo de pesticidas es que la mayor apertura de Chile a los mercados externos ha hecho crecer al sistema de control de plagas, por las exigencias de otros países.
Frente a eso, plantea como fundamentar contar con una política nacional de plaguicidas “que equilibre el control de plagas, la inocuidad alimentaria y la sostenibilidad ambiental”.
El más impactado: mercado interno
Lo que ocurre con la producción para consumo nacional, salvo el análisis que se hizo para Contacto y el estudio del ISP, es casi un misterio. Actualmente el Inia está concursando para obtener los recursos e investigar cómo está el uso de pesticidas en las hortalizas.
La última medición que hicieron en el Inia en productos de consumo interno fue entre 2010 y 2011. Allí observaron que, de un total de 403 muestras de frutas y verduras elegidas de supermercados, ferias y campos en la Región Metropolitana, el 61,5% tenía residuos de plaguicidas, varios por encima de lo aceptado en la norma.
El caso de las acelgas es uno de los más graves, ya que en 61 muestras encontraron residuos de siete pesticidas distintos, siendo el más frecuente (en 14 muestras) el metamidofós, un producto calificado como “sumamente peligroso” – de uso restringido en algunos países de la Unión Europea y Estados Unidos, pero autorizado en Chile- que en cantidad superaba 700 veces lo permitido por la norma. Ese producto también se encontró en nueve muestras de pimientos, las que sobrepasaban 27 veces la norma, mientras que otros productos detectados en espinacas excedieron el nivel de residuos en 766 veces.
En cuanto a la procedencia de los alimentos, el 71% de las frutas y verduras obtenidas en supermercados registró residuos de pesticidas, al igual que el 54,8% de las que venían en ferias y el 48,9% de campos.
Frente a ese panorama, los especialistas recomiendan elegir productos orgánicos. “Además, si van a consumir hojas verdes, que elijan lo que está más hacia el interior, y si comen frutas, que sea sin cáscara”, sugieren.
El investigador Carlos Quiroz sostiene que los productores, además de aplicar en forma adecuada y según las necesidades reales, deben elegir pesticidas más inocuos, que persistan menos en la fruta y en el ambiente, idealmente de origen biológico.
Y no sólo eso, sino también aplicarlos de forma correcta. “Encontramos (al realizar el estudio con manzanas y uvas) algunos descalabros. Los agricultores no tienen los equipos bien calibrados y la maquinaria está obsoleta, por lo que es muy difícil que sepan qué y cuánto están aplicando”, comenta.
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