El contacto con la saliva de una persona contagiada puede transmitir el virus de Epstein Barr y requiere de un tiempo amplio de recuperación.
Los
besos, compartir cubiertos, vasos y hasta comida puede ser el origen de la
mononucleosis, una enfermedad causada por el virus de
Epstein Barr, que genera fiebre, dolor de garganta y malestar general.
El doctor Andrés Lanas, especialista en otorrinolaringología de la Clínica Las Condes, señala que este malestar es
parecido al resfrío común y muchas veces se confunde con la amigdalitis purulenta. Generalmente se contagia en la juventud y ya en la adultez, la mayoría de las personas es portadora del virus.
“Los síntomas son habitualmente malestar general,
fiebre no muy alta de hasta 38,5 grados centígrados, algunos síntomas de resfrío con
congestión nasal,
mucosidad y dolor de garganta, junto a un decaimiento general”, explica el doctor Lanas.
“La mononucleosis típica producida por el Epstein Barr
sólo se da una vez en la vida, pero hay otras infecciones de tipo viral que pueden dar una síndrome mononucleosis, que son manifestaciones similares pero producidas por subvirus", dice el especialista.
Lo importante es diagnosticarla de manera rápida porque
su prolongación en el tiempo puede inflamar ganglios e incluso órganos como el hígado y el bazo, comprometiendo el sistema linfático.
Si afecta a uno de estos dos órganos, se indica
reposo estricto de hasta cuatro semanas y no se puede realizar actividad física porque ante un golpe en la zona, se puede producir hemorragia.
“La mononucleosis habitualmente tiene secreción blanquecina en las amígdalas, mientras que la amigdalitis purulenta tiene una secreción más grisácea”. A eso se suma
congestión, mucosidad, tos, a diferencia de la amigdalitis en la que hay fiebre, dolor de garganta y nada más.
En la mayoría de los casos,
los síntomas no se prolongan por más de 15 días.