Por lo general, las fracturas se generan por algún traumatismo importante, causa de una caída, un accidente o simplemente por el debilitamiento de los huesos o un mal movimiento que genera un dolor intenso en la zona afectada, además de hinchazón, moretones, dificultad de movimiento y evidentes deformaciones a causa de hundimientos.
¿Qué hacer?
En primera instancia, lo más importante es el manejo del dolor, evitando que se produzca más daño en los tejidos que están alrededor de la zona afectada. La movilización de los fragmentos de hueso genera dolor intenso y tiene el riesgo de generar daño en los tejidos blandos, pudiendo llegar a exponerse a través de la piel transformándose en una fractura expuesta. Es por eso que la primera medida es la inmovilización apropiada de la extremidad.
La forma más fácil y efectiva de inmovilizar una fractura de huesos largos (brazos o piernas) es con el uso de un elemento externo que les dé soporte manteniendo la extremidad alineada en su eje. Esto se puede lograr con una tabla, varilla o incluso una frazada enrollada por ambos lados de la extremidad.
En casos extremos, se puede lograr una inmovilización transitoria para trasladar al niño, usando la pierna contralateral como soporte o amarrando el brazo a lo largo del tronco del afectado. Al manipular una extremidad fracturada, se debe mantener tracción en el eje de esta para estabilizar la fractura y minimizar el dolor y daño secundario.
Cabe mencionar que la extremidad afectada siempre debe ser revisada por un traumatólogo infantil, antes y después del accidente.