Los trastornos del sueño en los niños exhiben una alta prevalencia y provocan morbilidad y deterioro en la calidad de vida de los pacientes y de su entorno familiar.
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Trastornos Respiratorios Obstructivos del Sueño: el síntoma más frecuente es el ronquido habitual durante el sueño. Existe un espectro de severidad que va desde el ronquido primario, hasta su expresión más grave, el Síndrome de Apnea-Hipopnea Obstructivo del Sueño (SAHOS). La causa más frecuente es el crecimiento anormal de amígdalas y/o adenoides. En pacientes con ciertas condiciones de base (tabla 1), la prevalencia puede superar el 50 por ciento.
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Trastornos Respiratorios no Obstructivos del Sueño: apneas centrales o respiración periódica, ambas frecuentes de observar en lactantes prematuros o en aquellos con inmadurez del control neural de la respiración, aunque también pueden estar condicionados por una malformación del sistema nervioso central o la presencia de una noxa que afecte su funcionamiento.
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Insomnio: existen diversos tipos, siendo el más frecuente de ellos, el secundario a malos hábitos de sueño. Para el manejo de estas alteraciones es muy importante el manejo de psicólogos o enfermeras especializados en el tema.
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Hipersomnia, Narcolepsia
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Parasomnias: terrores nocturnos, pesadillas, sonambulismo o bruxismo.
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Alteraciones del Sueño en Adolescentes: el síndrome de fase retardada -de elevada prevalencia en este grupo etario- y alteraciones secundarias a abuso de fármacos.
Tabla 1: Condiciones de base con alta prevalencia de TROS
- Malformaciones cráneofaciales: S. Pierre Robin, Crouzon, Apert, Treacher Collins, etc.
- Enfermedades Neuromusculares (Atrofia Espinal, Duchenne, Miopatías, etc)
- Síndrome de Down
- Malformaciones del SNC (Ej. Malformación de Chiari)
- Mucopolisacaridosis
- Genopatías
- Síndrome de Hipoventilación Central Congénita
Los trastornos del sueño en los niños, especialmente los obstructivos, tienen un gran impacto en su capacidad de concentración y desempeño académico, determinando problemas neuropsicológicos, menor calidad de vida, alteraciones metabólicas (resistencia a la insulina, elevación de la leptina, entre otras) y, en casos más graves, compromiso pondo- estatural, hipertensión pulmonar e hipertensión arterial.
Muchas veces los síntomas y signos son insuficientes para asegurar o descartar la presencia de un TRS en el niño, por lo que -especialmente en población de riesgo (Tabla 1)- deben realizarse exámenes específicos.