Son inusuales, pero pueden ser riesgosos. ¿Cómo tratarlo?
Los
trastornos de la conducta alimentaria afectan entre el 1% y 5% de la población (1% de pacientes con anorexia, 2% bulimia, 3% a 5% de población con trastornos por atracón), pacientes entre los que también se encuentran embarazadas, lo que aumenta el riesgo.
Si bien el porcentaje es aún más bajo pacientes, no hay estadísticas específicas sobre
trastornos de la conducta alimentaria en el embarazo, pues en general, pasa desapercibido.
“En algunos casos no es diagnosticado y en la minoría de los casos logra hacerse como un diagnóstico oportuno y en el momento del embarazo”, dice la
psicóloga María Ignacia Burr, especialista en trastornos alimentarios del Centro de Nutrición y Bariátrica de Clínica Las Condes.
La especialista explica que, en general, son pacientes que vienen cursando un
trastorno de la conducta alimentaria desde la adolescencia o adultez joven. “Muchas veces esto tiende a cronificarse a lo largo de la vida o tiende a reincidir en momentos de crisis vital, y el momento del embarazo es una etapa de crisis, en el sentido que implica un cambio muy importante, lo que puede desestabilizar un cuadro que se tenía desde la adolescencia, que remitió por un periodo y se podría volver a agudizar en el momento del embarazo”, sostiene.
En algunos casos, no obstante, el embarazo puede contribuir a que el trastorno remita. “Muchas veces una
paciente anoréxica o una paciente bulímica remite el síntoma en el momento del embarazo, es decir, si tengo una paciente que tiene desde los 20 años una bulimia, se embaraza a los 30, al momento del
embarazo tienden a mejorar, distinto a lo que uno cree. Por qué mejoran, porque tienen como la concepción de que tienen un hijo al cual hay que cuidar; dejan de vomitar y empiezan a alimentarse bien, lo que después pasa es que en el momento en que la guagua nace y no tienen que cuidar a nadie, todos los síntomas vuelven a aparecer”, advierte.