Siestas
Al nacer, los niños duermen mucho y muy seguido, aproximadamente cada cuatro horas. Pero ese patrón sueño/vigilia varía muy rápido y es importante que los padres se adapten a tiempo y eficientemente a estas nuevas necesidades, las que se estabilizan alrededor de los cinco años, edad en que, por lo general, la arquitectura del sueño se aproxima a la de un adulto.
El rol de la siesta, entonces, es permitir al preescolar completar las horas totales de sueño requeridas, por lo que a medida que se extiende el período de sueño nocturno, su frecuencia va disminuyendo, principalmente entre los 2 y los 5 años, hasta desaparecer.
Entre un niño y otro pueden existir grandes diferencias. La mayoría deja la siesta entre los 3 y los 4, sin embargo, otros lo hacen a los 5. Lo interesante es que, aunque van dejando las siestas, tienden a conservar un período similar de sueño total.
Cuánto deben dormir
Más allá de la buena convivencia familiar, el sueño es muy importante para el desarrollo físico y mental de un niño. Lo más importante es observar su conducta durante el día. Si anda cansado, desganado, irritable, le cuesta levantarse en las mañanas, está desatento o incluso muy inquiero, se recomienda revisar sus horarios de sueño.
La clave, eso sí, es entender que la siesta no debe considerarse como un período de sueño aislado, sino que un complemento de las otras siestas y el sueño nocturno, ya que las horas que un niño durmió en el día afectan directamente a cuánto y cómo va a dormir en la noche, y viceversa.
La siesta ayuda a que los pequeños lleguen menos agotados al final del día y puedan conciliar mejor el sueño. Por lo tanto, suspender las siestas para que el niño duerma mejor de noche, es una mala decisión.
La rutina
No se puede obligar a un niño a dormir y se debe evitar transformar la siesta en una guerra. No es raro que alrededor de los 2 años, los niños prefieran jugar que dormir y, para evitar peleas, un período de descanso y tranquilidad puede ser una buena alternativa, como mirar un libro o hacerle masajes.
Crear un ambiente adecuado y propicio para que el niño baje las revoluciones corre por cuenta de los padres. Además, hay que implementar horarios fijos y conductas que al menor le permitan percibir que viene la hora de dormir, ya sea de día o de noche. Por ejemplo, que la siesta sea a la misma hora y alejada del sueño nocturno, idealmente después de almuerzo, y siempre en el mismo lugar.
La idea es disminuir el ruido y la luminosidad, dejándolo acostado por 15 minutos. Si después de ese período quiere retomar su actividad, hay que dejarlo. Entonces, si el pequeño no quiere dormir siesta de ninguna forma, quiere decir que su organismo no lo necesita.
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Todos los niños de 1 año o menos, duermen siesta.
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A los 3 años sólo el 50% de los niños duerme siesta.
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A los 4 años, el 35% de los niños duerme siesta.
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