Los niños preescolares deben tener una alimentación completa y equilibrada, que contenga nutrientes de todos los grupos, ya que son necesarios para un adecuado crecimiento y desarrollo. Aun así, deben seguirse algunos consejos, como evitar las golosinas y adquirir hábitos saludables.
Además de los esfuerzos por incorporar buenos hábitos de alimentación en sus hijos pequeños, los padres suelen plantear muchas dudas respecto de qué alimentos no deben faltar en sus dietas y cuáles hay que disminuir a la mínima expresión.
Según la nutrióloga pediatra de Clínica Las Condes, la doctora Eliana Muñoz, en una alimentación saludable de un niño en etapa preescolar no debe faltar ningún nutriente, ya que cada uno de ellos tiene un rol definido en su crecimiento y desarrollo.
“A esa edad se sugiere consumir dos a tres lácteos en el día, cinco porciones diarias de frutas y verduras y dos veces a la semana legumbres, pescados, carnes o mariscos”, señala la profesional. A la vez, se deben evitar las golosinas, ya que se trata de alimentos ricos en azúcares y grasas “que no tienen un real aporte nutritivo”, recalca, y hace un llamado a no consumir soya ni sus derivados, ya que pueden causar trastornos hormonales en la etapa infantil.
Destaca que es fundamental recibir cuatro alimentaciones al día: desayuno, almuerzo, once y cena, todas ellas equilibradas, con horarios definidos y sin saltarse ninguna. La colación, que se suele instaurar en los jardines y colegios, no es esencial como las anteriores, “pero de ser requerida, debe ser algo saludable, ojalá frutas o lácteos bajos en grasas”, puntualiza la doctora Eliana Muñoz.
Ante la falta de apetito, aconseja la nutrióloga, lo más importante es verificar si el niño está recibiendo los nutrientes necesarios para un adecuado crecimiento y desarrollo. “En la mayoría de los casos, cuando un niño no come es porque existe una alteración en la dinámica a la hora de comer, por lo que si un niño tiene dificultades al respecto, se debe consultar al pediatra para que lo evalúe y así ajustar la calidad y cantidad de sus comidas, disminuir la ansiedad de los padres y establecer rutinas y horarios”, puntualiza. Advierte que si, contrariamente a lo esperado, este enfoque inicial no es suficiente o existe una patología nutricional asociada, hay que consultar a un nutriólogo infantil.
En general, los principales problemas en la alimentación radican en la dificultad de formar un hábito o rutina a la hora de comer. Por ejemplo, no se recomienda que sea viendo TV, jugando, en las habitaciones o persiguiendo al niño para que coma, en porciones inadecuadas y premiándolos con golosinas.