Terrores nocturnos, ronquidos, privación crónica del sueño en los adolescentes o chirriar los dientes son algunos de las conductas a las que hay que prestarles atención para que los niños tengan un dormir más reparador.
Dormir es una actividad biológica fundamental del ser humano y más aún para los niños. Durante las horas de sueño se consolida la memoria, descansan los músculos, se repara el tejido, se producen hormonas que ayudan al crecimiento y también se potencia el sistema inmune.
Pero no todos logran un sueño tranquilo. Muchos hablan, gritan, lloran y hasta se levantan en mitad de la noche. Otros roncan o hacen chirriar sus dientes. Todas conductas que preocupan a los padres y en algunos casos afectan el descanso del niño o niña y también el de toda la familia. “Cuando un niño no está teniendo un sueño reparador se levanta cansado, puede tener conductas hiperactivas, estar irritable y, con menor frecuencia, estar somnoliento”, señala el doctor Selim Abara, pediatra broncopulmonar.
La siesta y el chirriar de los dientes son parte de los temas recurrentes en los padres. El pediatra explica que es normal y necesario que los niños duerman siesta durante los primeros años de vida. “A partir de los tres años muchos niños ya no la requieren y después de los cinco años ya no deben dormir siesta, pues interfiere con la conciliación del sueño nocturno”, indica.
Apretar los dientes es parte de la estimulación ósea y muscular que realizan, sobre todo en la edad en que se caen los dientes de leche y aparecen los definitivos. “Si es muy frecuente e intenso, como en los adultos, puede provocar dolor en la mandíbula, cefalea, alteraciones en la articulación témporo-mandibular y desgaste de los dientes. En general, se ven asociados a períodos de mayor estrés escolar o familiar”, indica la doctora Ximena Varela, neuróloga infantil.
Parasomnias
Terrores nocturnos, sonambulismo, pesadillas y somniloquia son las parasomnias más comunes. “Son fenómenos físicos indeseables durante el sueño, que ocurren principalmente durante la infancia y que se presentan en forma episódica, sin producir alteraciones en la calidad del sueño. Pueden ser muy intensos y frecuentes, produciendo alteraciones en la dinámica familiar”, cuenta la especialista.
No se conoce la causa de las parasomnias, pero sí se sabe que se pueden presentar en varios integrantes de una familia. Aunque son más frecuentes entre los tres y los seis años, a veces persisten en la adolescencia e incluso en la adultez, sin embargo, las parasomnias son benignas y frecuentes. “Si el niño camina o se moviliza durante el episodio, deben adoptarse medidas de seguridad para evitar accidentes. No es necesario despertarlo y sólo basta con volver a acostarlo en la cama”, explica la doctora Varela.
Los terrores nocturnos, agrega, afectan del 1 al 6% de los niños, sobre todo entre los cinco y los siete años. “Se producen después de una a tres horas de quedarse dormido, en el primer tercio de la noche. El niño se despierta abruptamente, se sienta en la cama, abre los ojos, asustado. Puede gritar y llorar, decir incoherencias, levantarse, caminar y pelear. No reconoce a sus padres y cualquier intento de despertarlos puede aumentar la agitación y prolongar el episodio”, indica la neuróloga y añade que pueden incluso respirar rápido, estar sudorosos, taquicárdicos y tener las pupilas dilatadas: “Dura de uno a 10 minutos, cede espontáneamente y vuelve a quedarse dormido. Las frecuencias son variables, desde dos veces por semana a dos veces al mes”.
Las pesadillas se caracterizan por un despertar abrupto. “Despiertan con una sensación de miedo intenso, ansiedad, disgustos y otros sentimientos negativos que se acompañan de mínima actividad motora, vocalizaciones y reacción autonómica moderada”, dice la especialista. Generalmente se presenta en la segunda mitad de la noche, se despiertan fácilmente y cuentan situaciones angustiosas, relacionadas con miedos, animales o conflictos con otros niños. “Pueden durar algunas semanas y tienen relación con acontecimientos externos que han causado inquietud en el niño, como ver películas de terror.
El peak de incidencia es entre los tres y seis años y remiten espontáneamente antes de la adolescencia. Si persistieran debería descartarse la presencia de un trastorno psiquiátrico”, aconseja.
Ahora, si despiertan durante una pesadilla, es importante tranquilizarlos y acostarlos nuevamente, tratando de restar importancia a lo soñado. También se debe intentar disminuir la ansiedad diurna evitando factores desencadenantes.
“El sonambulismo consiste en una serie de movimientos complejos que se producen durante la etapa profunda del sueño. El paciente se levanta y camina, realiza conductas automáticas aprendidas durante la vigilia, sin estar plenamente consciente”, define la doctora Varela.
En esta etapa puede contestar preguntas simples y seguir instrucciones sencillas. Luego vuelve a la cama sin que recuerde mucho al otro día: “Los episodios duran entre 15 y 30 minutos y al igual que los terrores nocturnos se presentan en el primer tercio de la noche”. Es más frecuente entre los ocho y 12 años.
Hablar mientras se duerme es una parasomnia conocida como somniloquia. Pueden ser sonidos o palabras que apenas se entienden, hasta un pequeño discurso. Son típicos cuando el niño inicia el colegio o el jardín infantil.
¿Es normal que ronquen?
No, no es normal. “Es expresión de algún grado de obstrucción de las vías respiratorias altas (nariz, rinofaringe, orofaringe, laringe) y puede tener distintos grados de severidad”, cuenta el doctor Abara. Si es leve, no se produce una baja oxigenación ni cambios en la profundidad del sueño, pero si la obstrucción es mayor, se pueden producir apneas, menos ingreso de aire y con ello menos oxigenación del cerebro.
“Cualquier grado de obstrucción trae como consecuencia síntomas diurnos como irritabilidad, cefalea matinal, conducta hiperactiva, menos capacidad de concentración, menor rendimiento escolar y habilidades sociales, alteraciones conductuales, baja en la autoestima y menor calidad de vida. En los casos muy graves, hay pobre incremento de peso y talla, hipertensión arterial y pulmonar, e incluso casos con muerte inesperada”, indica este especialista.
Lo más frecuente es que el ronquido se produzca por la hipertrofia de amígdalas y adenoides. En este caso el tratamiento consiste en la extirpación de esos tejidos.
Sueño adolescente
En los adolescentes también se pueden producir trastornos del sueño. Cuando se quedan estudiando, chateando o salen a divertirse en la noche, no alcanzan a recuperarse. Eso los lleva a una privación crónica del sueño que se manifiesta con somnolencia diurna excesiva, bajo rendimiento escolar, menor capacidad de concentración y alteración del ánimo, comenta el pediatra.
Cuando sólo puede conciliar el sueño a altas horas de la noche y tiene dificultades para levantarse temprano, se habla de un síndrome de fase retardada.
Otro factor que puede alterar la cantidad y/o calidad del sueño es el abuso de sustancias psicoestimulantes, como alcohol, tabaco y drogas.
10 señales señales de alerta que nos dicen cuándo consultar
Los padres deben estar atentos y consultar al especialista si al dormir su hija o hijo presenta alguna de estas señales:
- El menor ronca la mayor parte de las noches.
- Tiene sueño inquieto e hipersudoración nocturna.
- Adopta posiciones extrañas para dormir.
- Es mayor de cinco años y aún se orina mientras duerme.
- Le cuesta despertar.
- Se despierta con dolor de cabeza.
- Respira por la boca.
- Tiene dificultad para concentrarse
- Sufre terrores nocturnos o sonambulismo.
- Pertenece a un grupo de riesgo, como enfermedades neuromusculares, síndrome de Down, malformaciones cráneofaciales u obesidad mórbida.
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